jueves, 30 de julio de 2009

Emprendimientos comerciales durante el siglo XIX y su incidencia en la vida de frontera (Partido de General Lavalle, Prov. de Buenos Aires)

por *María Laura CASANUEVA * DIPA- IMHICIHU-CONICET. casanueva@arnet.com.ar
En el marco del proyecto de investigación referido a la colonización humana del sector centro-oriental de la Pampa Deprimida, dirigido por la Lic. Verónica Aldazabal nos centramos en discutir acerca de las estrategias de ocupación y explotación del espacio en la región pampeana al sur del Río Salado, en el período posterior a la conquista europea del mismo. Nos interesa identificar y comprender los modos de vida y patrones de conducta cotidiana, así como la apropiación, manejo y modificación del espacio rural, en esta área considerada fronteriza. Se intenta cumplir con este objetivo desde la consideración del surgimiento de distintas instituciones, referentes claros del sistema económico político del siglo XIX. Se aborda esta problemática desde el estudio de los asentamientos rurales (Casanueva 2002; Casanueva y Aldazabal 2002) así como de distintos emprendimientos comerciales en el área. Este trabajo tiene como finalidad comunicar acerca de los recientes trabajos arqueológicos realizados en el partido de Gral. Lavalle (Prov. de Buenos Aires), como parte del mencionado proyecto. Las investigaciones en este partido contemplan tanto su potencial histórico como prehistórico. Se están desarrollando trabajos en el área en los sitios La Loma, El Divisadero y El Canal (Aldazabal et al. 2004); y se continua ahondando en la problemática de la vida en la frontera y la colonización del espacio, incorporando a la mirada desarrollada (desde los asentamientos rurales del siglo XIX), el papel da los distintos emprendimientos económicos, destacando el de los “saladeros” en la Argentina del siglo XIX. Estudiaremos entonces la irrupción de éstos en la vida de frontera bonaerense, como claros referentes del proceso incipiente de industrialización del campo argentino. Los resultados aquí presentados son un acercamiento preliminar a la problemática tratada. Consideramos necesario presentar brevemente el desarrollo histórico del partido en el que se centra esta investigación. General Lavalle se extiende sobre una gran llanura con ligeras ondulaciones y suelos en su mayor parte bajos y pantanosos, poco aptos para la agricultura. La localidad cabecera se erige sobre la margen derecha de la ría de Ajó, a 307km de la Capital Federal. Su puerto natural, formado por la ría Ajó a 9km de la Bahía de Samborombón, permitió un intenso tráfico comercial llegando a ser en 1880 el tercero en importancia del país, albergando embarcaciones de gran calado. Hoy se encuentra inactivo. La ciudad de Lavalle fue fundada en 1863, y se desarrolló como importante centro industrial y comercial, logrando gran prosperidad en los últimos decenios del siglo XIX, cuando el país ingresó al comercio internacional.La producción local de graserías, fábricas de jabón, conservas de lenguas de ganado y, lo más importante, los saladeros de cueros y carnes, le dieron un rápido crecimiento. Es tal vez importante que definamos lo que entendemos por “saladeros”: eran establecimientos de faena de ganado y salazón de carnes, verdaderas empresas integrales, que también tenían a su cargo todas las tareas concernientes a la preparación y acondicionamiento para su venta al exterior de los restantes productos de los animales faenados como cueros, sebo, astas, grasas, pezuñas, huesos, cerdas, etc (De Moussy 1860; Montoya 1970 y 1971; Brown 2002).En 1872, Pedro Luro se asentó en Lavalle, comprando los Saladeros San León y San Carlos y construyó el San Pedro (en el que se centra nuestra investigación), integrando los adelantos de un saladero moderno. Se logra organizar esta industria incorporando maquinaria y separando la manipulación del cuero y de la carne; también se obtiene aceite de pata aplicando vapor a las osamentas.Los establecimientos de Luro, con sus chimeneas y enormes tinglados de 120m x 20m, construidos en ladrillos y cubiertos de tejas francesas, eran verdaderos conjuntos industriales: fábrica, casa de negocios, escuela, cancha de juego de pelota vasca, administración y muelle de madera de forma circular. Este establecimiento también poseía una flota de barcos propios. En 1883 se había inaugurado el primer frigorífico, en San Nicolás de los Arroyos, y este es el principio del fin de los Saladeros. La hija de Pedro Luro se casó con el dueño del primer frigorífico La Negra (Avellaneda) y la gran masa trabajadora abandonó el lugar, dirigiéndose a Avellaneda. El progreso y la prosperidad económica decayeron con el paso del tiempo.En la actualidad General Lavalle es un pequeño pueblo, de aproximadamente 3000 habitantes, los que en su mayoría se dedican a las actividades ganaderas. Al ser cabecera de partido residen en él las autoridades de la administración pública. Sin embargo su pasado pujante, producto de su importante actividad económica basada en la exportación de cuero y carne salada, es difícil de imaginar hoy, ya que esta pujanza se detuvo cuando se cerraron los saladeros y la actividad de su antiguo puerto se traslada hacia Mar del Plata, a principios del siglo XX. Esto produjo un estancamiento en su desarrollo económico y social, circunstancia que limitó su renovación urbana y edilicia. Paradójicamente este estancamiento es el que actualmente le confiere a Lavalle el encanto tan particular que tienen sus antiguas calles y construcciones, sin modificaciones sustanciales desde finales del siglo XIX.Labores realizadas: durante el mes de noviembre del 2004 se realizó un trabajo de prospección en las barrancas de la ría de Ajó, en el área denominada por los pobladores locales como “Antiguo Saladero”, lugar donde habría funcionado el reconocido saladero de Don Pedro Luro durante el siglo XIX.Aquí se realizó un relevamiento planimétrico y la obtención de material característico del siglo en cuestión, como consecuencia de las labores de relevamiento y recolección superficial sobre las playas de las rías y hacia el interior del terreno.El material hallado corresponde en su mayoría a: fragmentos de ladrillos, tejas francesas, vidrio (restos de botellas principalmente), loza, gres (atribuible a botellas de cerveza y porrones de ginebra), porcelana, fragmentos de pipas de caolín, elementos metálicos: como clavos, bulones, pernos / remaches, etc. (este material se encuentra aún en análisis). La prospección hacia el interior del terreno nos permitió acceder al reconocimiento de distintas estructuras e improntas, entre otras: piletones rectangulares, estructuras rectangulares hundidas, restos de lo que podrían haber sido grandes columnas cuadrangulares de ladrillos con vigas y alineadas entre sí. Trabajos posteriores ayudarán a establecer la funcionalidad de cada una de estas estructuras, su contemporaneidad y relación con el saladero. Por último podemos decir que el saladero fue en los orígenes de Lavalle el centro de actividad por excelencia, la vida se concentraba en estos establecimientos más que en el mismo pueblo.Creemos que la vida de frontera se vio transformada por el emplazamiento de estos establecimientos industriales, los que junto a los rurales (como las estancias ganaderas de la zona) modificaron sustancialmente espacio, actitudes, costumbres y vida cotidiana. Si bien es reciente la labor desarrollada en este sector, nos parece importante presentar el tema de las industrias saladeriles como un ingrediente más, que contribuyó a conferirle a la frontera las características tan particulares con las que la conocemos. Agradecimientos: Este trabajo forma parte del proyecto de investigación financiado por el CONICET (PEI 6404), contó con la colaboración de la Lic. Andrea Murgo y Lic. Ana C. Casanueva. Bibliografía:Aldazabal, Verónica, Emilio Eugenio y Andrea Murgo. 2004. Arqueología en ambientes costeros. Ponencia presentada al VX C.N.A.A. Río Cuarto. Córdoba. Brown, Jonathan. 2002. Historia socioeconómica de la Argentina. 1776-1860. Instituto Di Tella. Siglo Veintiuno de Argentina Editores. Buenos Aires. Casanueva, María Laura. 2002. Arqueología de momentos históricos. La estancia bonaerense como territorio fronterizo. III CARPA (Congreso de Arqueología de la Región Pampeana Argentina). Olavarría, UNCPBA. En prensa. Casanueva, María Laura y Verónica Aldazabal.2002. Un sitio histórico en el Partido de Rauch: Estancia La Colorada.. En: Revista de la Escuela de Antropología, Volumen VII. pp.: 247-252. Universidad Nacional de Rosario. Santa Fe, Argentina. De Moussy, Alfred. 1860. Description Geographique et statistique de la Confederation argentine. T:2. Paris: 120-127. Montoya, Alfredo J. 1970. Historia de los saladeros argentinos. Colección de temas de historia económica. Editorial el Coloquio. Buenos Aires.1971. La ganadería y la industria de salazón de carnes en el período 1810-1862. Colección temas de historia económica. Editorial el Coloquio. Buenos Aires.

domingo, 26 de julio de 2009

La sequía del `30 en la región pampeana Wálter Cazenave

La sequía que afectó a la región pampeana durante la segunda mitad de la década del `30 quedó registrada en la memoria colectiva de sus habitantes, como una catástrofe natural que tuvo un impacto enorme en los asuntos económicos y sociales. La historia y la leyenda se entrecruzan, impidiendo muchas veces tener una percepción clara sobre las consecuencias de la sequía. Con el objetivo de analizar desde varias perspectivas este problema histórico, Pampa Central organizó el ciclo de Encuentros Culturales acerca de “La sequía del `30 en la región pampeana”, constituidos por una conferencia, acompañada por una exposición (fotográfica, artística o histórica) y música en vivo, que se realizan cada tercer sábado del mes hasta diciembre incluido. Durante las conferencias, el tema se aborda desde diferentes disciplinas y enfoques, lo que permite una evaluación integral de los procesos naturales vinculados con la sequía y de su repercusión en la sociedad pampeana. Las opiniones son diversas y muchas veces contrapuestas. Algunos sostienen que la crisis ecológica adquirió características apocalípticas, otros, con una perspectiva geológica, afirman que sólo significó una pequeña muestra de condiciones climáticas mucho mas extremas registradas varios miles de años antes del presente. Desde las ciencias sociales las ideas tampoco son coincidentes y uniformes. Hay quienes sostienen, que si bien no fue la única causa, la sequía de aquellos años tuvo un impacto muy grande en los movimientos sociales, el empobrecimiento de los productores agropecuarios y el éxodo de la población rural. Otros señalan que la mayor parte de la población rural estaba integrada por inmigrantes que, en su mayoría, habían sufrido experiencias mucho más traumáticas en sus países de origen y por lo tanto, las condiciones climáticas adversas registradas en la década del `30 no serían suficientes para generar un impacto en la sociedad de la época. La publicación de las conferencias permite un análisis sereno y detallado sobre los temas expuestos y con todas ellas evaluar -en forma integral- los fenómenos naturales y los acontecimientos y procesos sociales de una etapa crucial en la historia de La Pampa. Asimismo, motiva a reflexionar sobre la naturaleza de las modificaciones ambientales, de su difícil predicción y de sus impactos sociales, culturales y económicos. La primera de estas conferencias se brindó en la sede de Pampa Central (Baldomero Téllez 45) el 18 de junio del corriente año y en esa oportunidad disertó el geógrafo, historiador y periodista Walter Cazenave. Su conferencia, que se tituló Una mirada a los “años malos”, se transcribe a continuación.Pampa CentralUNA MIRADA A LOS “AÑOS MALOS” Entendemos por “años malos” a un lapso de la década de 1930, a partir de 1932 para mayor aproximación, durante el cual la sequía cobró proporciones extraordinarias en La Pampa y zonas aledañas, generando calamidades ecológicas y sociales cuyas consecuencias se sintieron por mucho tiempo. Ese suceso dejó profundamente marcada la memoria popular y repercutió posteriormente en el quehacer artístico y también en el científico. Casi todos los protagonistas adultos han muerto pero quedó una imagen grabada en el inconsciente colectivo. Una imagen apocalíptica, o quizás más bien bíblica porque parecía cumplirse aquella frase del Libro acerca de que “Todo verdor perecerá”. Los acontecimientos ocurridos por entonces debieron ser terribles: la sequía, la ceniza del Descabezado Grande, el empobrecimiento del campo, el éxodo... Quizás la insólita lluvia de ceniza, acaecida en 1932, obró inconscientemente, como aviso de lo que vendría en aquellos años tan afines a relacionar los fenómenos cósmicos y atmosféricos con el destino de la humanidad. Además hubo una relación explícita y armónica con la situación política, económica y social del país en esos años, que hizo que se calificara a ese tiempo como “la década infame”. La sequía desmesurada fue el denominador común de la época. Pero ¿qué es técnicamente una sequía? “Tiempo seco de larga duración”, dice el diccionario, pero si ajustamos más la definición podríamos aceptar que es la época en que hay insuficiencia de agua, que las lluvias -que es lo que significa “el agua” entre nosotros- están muy por debajo de lo normal. Se acepta que la mayor parte de La Pampa se ubica en la región semiárida. Esto en una perspectiva general y que deja de lado ex profeso a los últimos años, cuando las precipitaciones fueron realmente extraordinarias. Al respecto digamos que por debajo de los 600 mm anuales se puede hablar en nuestro territorio de zonas semiáridas y más allá de los 300 mm de áridas y, en general, desérticas. Entonces aquí tendríamos una pauta científica para acercarnos a los “años malos” ¿Fueron valores muy bajos los que se registraron por entonces? Sí, lo fueron. De hecho la precipitación media en todo el territorio durante el año 1937 estuvo en el orden de los 300 mm, y en varias zonas por debajo de esa cantidad. El área de cobertura del desastre climático incluyó a todo el territorio pampeano y las zonas limítrofes de las provincias vecinas, aunque de ellas no tenemos elementos contundentes para evaluar este fenómeno. El notable libro Inundaciones y sequías en la llanura bonaerense.1576-2001, de Carlos Antonio Moncaut, no aporta ningún dato que haga pensar que el fenómeno afectó a algún sector de la provincia de Buenos Aires. Por esos años aparece en la obra un hiato que llama mucho la atención. Al buscar para esta charla una forma de acercamiento al tema que fuera más allá de lo anecdótico, partí de algunos datos ya referidos el profesor Raúl Hernández, quien los había considerado en sus estudios sobre climatología regional. El primero de ellos fue comprobar que el plural, “años”, no es del todo correcto al referirse a la sequía de aquel tiempo. De acuerdo a la estadística, la década del `30 fue una época más o menos normal en cuanto a lluvias, al menos en los lugares donde hay registro. Incluso el famoso “año de la ceniza”, 1932, está muy cercano a la media de precipitación registrada en esos años. Es cierto que la media puede ser un indicador engañoso. Nosotros sabemos por experiencia que lo importante es que llueva en la época apropiada, pero insisto que hasta mediados de la década del `30 no parece haber grandes alteraciones. Sin embargo, el equilibrio se rompe bruscamente en 1937. Ese año toda La Pampa está en los 400 mm y la mayoría de los pueblos apenas por encima de los 300 mm. Algunos, incluso, en los 200 mm. Lo más llamativo es que algunas de las localidades afectadas están prácticamente en la zona semihúmeda de nuestra provincia -la de mayor precipitación- y tienen en ese año registro de precipitaciones propias de un desierto. Algunos ejemplos lo constituyen las localidades de: Maisonnave (221 mm); Parera (242 mm); Quetrequén (200 mm); Sarah (239 mm); Victorica (231 mm); Hilario Lagos (215 mm); Loventué (183 mm) y, Ceballos con el bajo registro de 193 mm. Como se ve, las cifras son elocuentes y a la falta de humedad hay que considerar los persistentes vientos del norte y sur, que deben haber completado una imagen de desolación en la estepa pampeana. En estos registros de precipitaciones se observan tres anomalías: Pichi Huinca con 470 mm, Quemú Quemú con 471 mm, Catriló con 426 mm y Trilí con 600 mm. Para estos valores solamente hay dos explicaciones posibles: un chaparrón afortunado (acaso probable en la línea de los tres últimos) o, más bien, una medición mal efectuada. Esta última posibilidad no es desechable de manera alguna. Valga el ejemplo de que hace no muchos años, cuando la Administración Provincial del Agua estaba haciendo un replanteo de sus pluviómetros, se encontró con que el encargado de uno de ellos lo había trasladado desde el lugar abierto en que se encontraba (imprescindible a los efectos de un registro cabal) hasta la inmediatez de su vivienda. La causa, ingenua, fue expresada por dicho encargado: “así no me mojaba tanto al hacer la medición en los días de lluvia”. ¿Alguien puede imaginarse por un momento lo que sería la estepa pampeana con poco más de 200 mm? Realmente a la luz de ese simple ejercicio cobran verosimilitud las terribles y trágicas historias de vientos, desolación y muerte. Al año siguiente -1938- se insinúa una composición climática de aquel desastre pero son varios los pueblos que siguen en alrededor de los 300 mm. Y aquí debería llamar nuestra atención la formidable capacidad de resiliencia del ecosistema, para sobrevivir y para recuperarse apenas se dieron lluvias. Es tarea para la gente que hace ecología y que, supongo, de algún modo ya la está haciendo. Dentro de las múltiples consideraciones que se han hecho al respecto cabe mencionar la que hizo el geólogo Jorge Tullio, quien sugiere que hay una cierta correspondencia entre las sequías del África y las inundaciones de América del sur, y viceversa, mediante el corrimiento del Anticiclón del Atlántico Sur en una u otra dirección. Eso nos lleva a pensar en cuál fue la causa de este fenómeno terrible. Y sobre todo: ¿podrá repetirse? Al respecto hay una teoría de los ciclos climáticos, creo que esbozada a grandes rasgos pero sin grandes precisiones. Ella podría verse corroborada, o no, si se profundizaran algunos estudios de detalle, entre ellos los de dendrocronología en los caldenes que orillan la isohieta de 500 mm. Este método permitió en Mendoza hacer una estimación de caudales fluviales muy acertada, con una proyección de tres siglos hacia atrás ¿Porqué no podría resultar entre nosotros como indicador de escasez de agua? Hay también una teoría de la respuesta telúrica a la depredación antrópica, a un enorme y súbito desequilibrio causado por el ser humano que promovió una agresión contra la naturaleza mediante la erradicación del bosque y el empleo de elementos agrícolas inapropiados. No hay, tampoco, una respuesta definitiva al respecto. Las ligazones y registros que hubieran ayudado a esta idea nunca fueron muy promovidos ni cuidados, y los estudios de enfoque y raíz científica en La Pampa no son demasiado antiguos. Pero en esta tragedia de los “años malos” hay otro aspecto, el humano, que por su intensidad merece un tratamiento aparte. Antes se habló del inconsciente colectivo, pero en el nivel conciente, las ideas y consideraciones sobre el fenómeno y los acontecimientos ocurridos, se incorporaron a la tradición y las artes, fundamentalmente a la literatura. Todos los buenos escritores que vivieron la época dejaron testimonios estremecedores. Son páginas que, en intensidad y dramatismo, recuerdan a las que narran los avatares de otras regiones secas, fundamentalmente a Los Sertones, genialmente descriptos por Euclides Da Cunha. Hay un libro de José Adolfo Gaillardou, que no casualmente se titula Médanos y estrellas, donde un terrible capítulo narra el espantoso drama de Alirio el chacarero, un hecho real que pasó a ser emblemático del horror de esos años. Antes de acceder a su versión literaria yo lo conocía a través del relato oral de mi madre, que había vivido esos años en la zona del hecho. Así también, ella recordaba un caso digno de figurar entre los insólitos del Libro de los malditos, de Charles Fort: un día de tormenta, después de tantos de soplar viento de uno y otro lado, literalmente “llovió barro”. El mismo suceso también es enfocado por Enrique Stieben en su cuento “El viento grande”, que obra en su libro Hualicho Mapú. Mientras que, José Villarreal, recuerda en sus memorias Infancia en Santa Rosa la triste vida de aquellos emigrados de un campo que los expulsaba, refugiados miserablemente en los pueblos. Y a propósito de vientos grandes: en la zona de Colonia La Pampeana, en cercanías de Monte Nievas, hay todavía un campo enlomado que modificó su morfología por los médanos formados en incesantes días de soplar y soplar. El propietario -y no es un chiste- recordaba haber dormido con antiparras como forma de atemperar el polvillo que se filtraba por todas partes. Finalmente, vale recordar la hermosa y dolida leyenda del Arumco, el sapito dueño del agua que alimenta los pozos, según la mitología mapuche. En las crónicas recogidas por Stieben en su libro ya citado, dicen los paisanos que aquel tiempo sin agua se debió, ni más ni menos, a la ofensa que los cristianos infirieron a la tierra, explotándola sin tasa ni la mínima consideración que se debe a quien, en definitiva, es la madre de todo lo que existe.

martes, 21 de julio de 2009

POR QUÉ EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD SÍ ES DETERMINANTE PARA RESOLVER LOS CASOS DE LAS RETENCIONES


En su último post, dedicado a las retenciones y a las posibles respuestas judiciales sobre ellas, y tan bueno como de costumbre, Gustavo Arballo enuncia cuatro posibles cursos de acción de los tribunales. Uno de ellos se describe textualmente:
"2. La adhesión total, pero inconsistente, al principio de legalidad tributaria. ¿Por qué inconsistente? Porque estos amparos van a desaplicar el sistema de retenciones móviles, porque se impuso por resolución ... para aplicar el que regía anteriormente, también por resolución. (Esta inconsistencia puede ser producto de que el tema se lo litiga así, y entonces los jueces no pueden declarar inconstitucional algo que no fue objetado aunque tenga en verdad el mismo "defecto")".
En esta oportunidad discrepamos con Gustavo sobre la supuesta "inconsistencia" de la adhesión total al principio de legalidad tributaria. ¿Por qué razón? Porque la invocada "inconsistencia" sólo podría ser considerada tal si ignoramos por completo el principio pro homine.Si en una acción judicial yo planteo la inconstitucionalidad del actual sistema de retenciones por violación al principio de legalidad, ello no sólo sería compatible con nuestra doctrina y jurisprudencia constitucional en la materia, sino, además y especialmente, con la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derecho Humanos.Ahora bien, aplicando el principio pro homine a la interpretación del principio de legalidad tal como ha sido interpretado en la Opinión Consultiva de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, OC-6/86, 9 de mayo de 1986, "La expresión 'leyes' en el artículo 30 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos", el argumento no es nada inconsistente.
Según el principio de legalidad, toda restricción de derechos —y las retenciones lo son— debe ser regulada por ley en sentido formal (entre otros requisitos). Por este motivo, este principio me permite fundar la invalidez de los decretos que las regulan actualmente. Además, el artículo 29 de la Convención dispone que ninguna cláusula de ese instrumento puede ser utilizado para dejar de lado normas de derecho interno —cualquiera que sea su jerarquía— que protejan en mayor medida —o los restrinjan en menor medida— los derechos garantizados por el Estado parte. Por ese motivo, es absolutamente consistente exigir la invalidez del régimen actual por la prevalencia del principio de legalidad y, aplicando el pro homine, reclamar que se aplique el régimen anterior. Ello pues no podría invocarse el principio de legalidad para no aplicar la reglamentación que fue reemplazada por la actual.

lunes, 6 de julio de 2009

Santos Vega y el Azul por Enrique C. Rodríguez

En el año 2005, la escritora Lily Franco publicó en un diario capitalino una interesante reseña acerca de la inserción de Santos Vega en el imaginario popular, mencionando entre las personas que sostuvieron la existencia histórica de este tradicional personaje a uno de los símbolos del periodismo azuleño, Paulino Rodríguez Ocón.[i]
La Sección Hemeroteca de la Biblioteca Popular de Azul “Bartolomé J. Ronco“ viene investigando este tema desde que recibiera la donación de buena parte del material periodístico existente en la finca familiar de los Rodríguez Ocón, Avenida Mitre Nº 487 de esta ciudad.
Fruto de esos estudios fueron dos programas emitidos por la FM local “Radio del Pueblo” en marzo de 2003 y en igual mes de 2004
[ii] . Los mismos constituyen la base de este trabajo, escrito especialmente para celebrar la aparición de la revista “Maná Azul “.
PERIODISTA HASTA LA MUERTE
Porteño de origen, nacido en 1859, maestro y periodista apasionado, Paulino Rodríguez Ocón comenzó en la Ciudad de Buenos Aires su labor con la fundación y dirección de El Eco Del Pueblo, periódico de carácter político.
Llegó al Azul en 1878; fue empleado de las escribanías de José M. Otero y de Torcuato Soriano.
Luego ocupó el cargo de Gerente de la casa de remates que el General Francisco Leyría poseía en la esquina de las calles Burgos y Alsina, frente a la plaza Colón, y cuando este jefe militar organizó la primera exposición rural en Azul, en 1884, Paulino fue su martillero.
Tuvo una importantísima actuación pública: fue miembro del primer Consejo Escolar del Distrito de Azul; Secretario Privado del Intendente Manuel Castellar; participó activamente en las revoluciones radicales de 1890 y 1893; y junto con el General Leyría, inició las gestiones para la creación de nuestra Escuela Normal Mixta.
También colaboró en la fundación de la Biblioteca Popular, y fue el primer Procurador de la Sucursal Azul del Banco de la Nación.
En el ámbito periodístico, su tarea fue incansable y se extendió casi hasta su muerte. Inicialmente fue redactor de El Eco del Azul, dirigido por Juan C. Baygorria, y de La Razón que editaba Don Alejandro Brid.
Luego fundó, en el año 1881, el periódico La Voz del Pueblo y en 1886 colaboró con Manuel Chans y Mariano Berón en la publicación llamada La Enseña Liberal.
A posteriori se incorporó como redactor a otro diario también llamado La Razón, que dirigía Ramón A. Díaz, y a El Pueblo de Manuel Chans.
[iii]
Pero su etapa más fecunda la cumplió como Director de El Imparcial, propiedad de los hermanos Darhanpé, donde mantuvo inolvidables polémicas con su colega El Ciudadano, a cargo de José S. Ferreyro.
Aquí recordaremos que “El Ciudadano“se refería al “Imparcial “como el diario africano, en alusión a que la tez de Don Paulino era de color “morocho subido" como dice el Profesor Exequiel Ortega. A su vez, “El Imparcial“ motejaba a su colega como “el diario vespertino“ porque aparecía entre sombras.
[iv]
Finalmente, nuestro personaje fundó el tercer periódico llamado La Razón que hubo en nuestra ciudad, el cual apareció entre 1919 y 1930
Don Paulino falleció en Azul en 1940 y en esa circunstancia recibió el justo homenaje de sus convecinos.
RODRÍGUEZ OCÓN, MUJICA LAINEZ Y LA MUERTE DE SANTOS VEGA
El 28 de Julio de 1885, Paulino Rodríguez Ocón publicó en el diario La Prensa de la ciudad de Buenos Aires una nota titulada Santos Vega –Su muerte. Allí narró las circunstancias del fallecimiento del personaje, basándose en los dichos de un testigo presencial.
[v]
Ese testigo, al que no se identifica, dice que cuando contaba con 12 años de edad, en Junio o Julio de 1825, y encontrándose en la estancia de los Sáenz Valiente en el Tuyú (hoy Partido de General Lavalle) presenció la llegada de Santos Vega, la que fue muy festejada por el mayordomo Don Francisco, el capataz Pedro Castro y los peones, quienes le recriminaron cordialmente el largo tiempo que no aportaba por esos lugares.
También cuenta que Vega estaba enfermo y se acompañaba de un muchacho de unos 10 años.
Al solicitársele que, por la noche, hiciera oír alguna de sus décimas, se nos dice que respondió “Con mucho gusto, si Dios quiere, cantaremos“.
Pero el destino no lo quiso, pues antes de la medianoche Santos Vega falleció, presa de convulsiones, frente al estupor de aquella gente criolla que tanto lo admiraba. En la postrera despedida fue enterrado bajo un tala.
Este artículo de La Prensa, en el cual Don Paulino no nos revela la identidad del pequeño testigo de los hechos, exige ser complementado con otros dos, aparecidos el primero en el diario La Nación del 16 de Octubre de 1949, con la firma del historiador Elbio Bernárdez Jacques, y el segundo en Clarín del 9 de Enero de 1966, titulado Santos Vega: un mito de carne y hueso, y salido de la pluma de César Jaimes.
De los mismos surge que el testigo de la muerte del payador Santos Vega no era otro que el padre de Don Paulino, llamado Pedro.
Don Pedro Rodríguez Ocón, otro personaje con una vida singular, había nacido en Buenos Aires en 1813, y descendía de una familia virreinal de fundidores de oro y plata.
Integró la escolta de Rosas durante el sitio de Montevideo por el General Oribe, para luego establecerse en Azul, donde fue proveedor de los ejércitos de Alsina y Roca durante la conquista del desierto.
César Jaimes, en el artículo citado, se pregunta con razón por qué motivo Paulino Rodríguez Ocón no dijo, en su nota de "La Prensa“de 1885, que el testigo era su propio padre.
Y ensaya dos o tres respuestas bastante atendibles, luego de entrevistarse en Las Flores con una de las hijas de Paulino, la Sra. Paulina Teresa Rodríguez Ocón de López.
Una posibilidad – nos dice – es que la fuerte corriente literaria de la época sólo admitía a Santos Vega como personaje de leyenda. El mismo Obligado dirá al respecto: ”Dejando orgullo y modestia aparte, creo haber sido el primero que aprovechó este mito del pueblo argentino. Antes que yo, Ascasubi, en un cuento titulado Los mellizos de La Flor, se ocupó del sujeto, pero sin hondar nada. El general Mitre entrevió más, adivinó más, pero no aclaró el asunto”.
[vi]
Otra hipótesis plausible es que como Pedro Rodríguez Ocón había sido soldado de Rosas, podría haber deseado mantenerse alejado de la escena pública, sin deseos de aparecer efectuando declaraciones que podrían acarrearle problemas de carácter político.
Una tercera interpretación que nos brinda César Jaimes es la siguiente:
Rafael Obligado publicó su poema en Enero de 1885 (recordemos que la nota de Paulino es de Julio del mismo año) con una tirada de 10.000 ejemplares. Es posible que esa masiva difusión de Santos Vega como personaje de ficción motivara a Pedro Rodríguez Ocón, quizás acuciado por su hijo Paulino, a referir el acontecimiento que hemos narrado.
Como consecuencia de los esfuerzos del historiador Elbio Fernández Jacques, fue posible ubicar una tumba, que se atribuye a Santos Vega en el llamado Monte de las Tijeras, campos de los Sáenz Valiente, que luego pasaron a propiedad de los herederos de Doña Hortensia Aguirre de Leloir.
Los restos óseos fueron analizados por el prestigioso antropólogo José Imbelloni, quien dictaminó que pertenecían a un hombre y contaban con más de cien años de antigüedad.
Y el 28 de febrero de 1948 se inauguraron en el lugar, situado a 10 kilómetros de la localidad de San Clemente del Tuyú, un parque y un monumento a Santos Vega, este último obra del escultor Luis Perlotti.
OTRA VUELTA DE TUERCA
Al encontrarse el autor de estas líneas releyendo Misteriosa Buenos Aires, de Manuel Mujica Láinez, uno de los relatos llamado El Ángel y el Payador llamó poderosamente su atención ya que luego de referir la derrota de Santos Vega en la famosa payada con Juan Sin Ropa, el hilo narrativo de Mujica Láinez repite en muchos aspectos la versión de la muerte de Vega que publicara Paulino Rodríguez Ocón.
Ambos textos coinciden hasta en el detalle de que Santos Vega y el pequeño peón que lo acompañaba traían una mulita para su cena, la que asaron al fuego.
[vii] Hemos hallado otros claros ejemplos de intertextualidad -los que no se desarrollarán aquí respetando la extensión que debe darse a este ensayo- que surgen evidentes de la comparación que el curioso lector podrá realizar entre el artículo de Rodríguez Ocón reproducido en el Anexo y el cuento de Mujica Láinez. (Véanse en particular la coincidencia de los topónimos, la tumba bajo el tala, el féretro construido con maderas de los naufragios provenientes de la guerra con el Brasil, entre otros).
A modo de conclusión, dejamos planteadas dos hipótesis, que los historiadores confirmarán o refutarán:
· La primera y menos simpática sería que Paulino Rodríguez Ocón se apropió de una de las tantas versiones que circularon acerca de la existencia real de Santos Vega, atribuyendo a un testigo –que posteriormente se identificara como su padre- una intervención ficticia en los sucesos. Sin embargo, para sostener esta injusta idea no se posee ningún elemento de prueba, sino que, por el contrario, su relato encuentra plena confirmación en un artículo debido a la pluma de Arturo López Claro (Sangoluse), quien conoció personalmente a Don Pedro Rodríguez Ocón y a su familia.
[viii]·
La segunda nos lleva a pensar que Mujica Láinez se inspiró parcialmente, para escribir El Ángel y el Payador, en el texto de Paulino Rodríguez Ocón y su padre. Abonaría esta postura el hecho de que “Manucho” era asiduo colaborador de los principales diarios capitalinos y, en tal carácter, pudo haber tenido acceso al artículo de La Prensa del año 1885, o a versiones orales sobre el mismo.
REFERENCIAS HISTÓRICAS
[i] Franco, Lily: “Ecos de una voz lejana en el silencio de la pampa”.Diario La Nación, Bs.As., 9/7/2005, Sección “Rincón Gaucho”.Para mayores detalles acerca de la posible existencia real de Vega pueden consultarse la “Historia de la literatura argentina” (Bs.As., Centro Editor de América Latina, 1980/86, T.II pág. 213) y la edición anotada del poema por la Prof. María Hortensia Lacau (“Santos Vega y otras leyendas argentinas”). Bs.As., Edit. Kapelusz,1982)
[ii] Los programas fueron “Ana y el espejo” conducido por la Sra. Ana María Praiz, y “Pie de Página”, espacio oficial de la Hemeroteca de Azul en la radio local, a cargo del Sr. Mario Labaronnie y de quien esto escribe.
[iii] Dr. Sarramone, Alberto: “Historia del antiguo pago del Azul” Cap. XXII pág. 300 y sigtes. Azul, Editorial Biblos Azul, 1997.
[iv] Prof. Ortega, Exequiel C: “Diez grandes olvidados en un siglo de historia azuleña “. Fascículo Nº 2. Azul, El Tiempo, s/f.
[v] El texto completo del artículo fue reproducido en Azul por el Diario Del Pueblo el 8/9/1938, págs. 1 y 2. Vista su trascendencia y escasísima difusión – solamente lo hemos visto reproducido, con importantes erratas, en el Boletín de la Asociación Folklórica Argentina Año III N° 3-6,Bs. As. 1941- se lo transcribe en forma casi total en el Anexo documental.
[vi] Lacau, op.cit., pág. 62.
[vii] Dos, en realidad, en la versión de “Manucho”
[viii] López Claro, Arturo: “Casos y cosas del Azul de Antaño”. Diario “El Ciudadano “. Azul, 25-11-1949.
ANEXO DOCUMENTAL
TRANSCRIPCIÓN PARCIAL DE “SANTOS VEGA - SU MUERTE”, TEXTO DE PAULINO RODRÍGUEZ OCÓN PUBLICADO EN EL DIARIO “LA PRENSA” DE BUENOS AIRES EL 28 DE JULIO DE 1885, Y REPRODUCIDO EN EL DIARIO “DEL PUEBLO” DE AZUL EL 8 DE SEPTIEMBRE DE 1938. (Las notas al pie corresponden a Rodríguez Ocón)
“… Voy a narrar el cuadro de su muerte, fundado en el testimonio de un testigo ocular.
[1]
Era el año de 1825 y una fría tarde de su invierno.
[2]El sol dirigía a la tierra sus últimos rayos. “
“(…) En las escasas poblaciones que se levantaban como opuestos centinelas en las inmediaciones de la ‘Boca del Tuyú’, se habían encendido los fogones, procurando sus moradores el calor de la lumbre. En la población principal, que lo era la Estancia de Sáenz Valiente, sus peones, bajo la dirección de su mayordomo don Francisco N.
[3] y del capataz don Pedro Castro, se ocupaban de asegurar sus haciendas para durante la noche (sic) mientras en la cocina se preparaba el asado ‘al asador’ y el ‘cimarrón verde’.
De pronto ladraron los fieles y celosos perros llamando la atención del peón que estaba en la cocina, quien no tardó en sentir las pisadas de caballos que cada vez se adelantaban más hacia la casa.
“Esperó en la puerta y vio descender de su brioso corcel un anciano de venerable aspecto que llegaba al palenque, acompañado de un niño que a la sazón tendría 10 años.
Grande fue su sorpresa al reconocer en su inesperado huésped, al gran payador argentino, el invencible triunfador de esos torneos que nuestros gauchos forman en sus ‘payadas’.
“Con la más profunda admiración y respeto se adelantó a recibir al ilustre viajero ofreciéndole posada, con indecible cariño.
“Vega la aceptó, porque venía a pedir hospitalidad a sus antiguos amigos.
“Desensillaron los caballos, ‘atándolos a soga’ para que pudieran comer durante la noche.
“Santos Vega venía triste. Algún sentimiento oculto torturaba su alma, que él en vano trataba de disimular.
“Pero el dolor le agobiaba y su espíritu poderoso por momentos parecía ceder al enorme peso de una silenciosa agonía. Sentía frío, pero no el frío que sienten los cuerpos sanos y robustos, sino el frío glacial de la muerte que ningún calor puede alejar.
“Nuestro gaucho llevaba su cama en el ‘recado’.
“Vega mandó tender su cama junto al fogón, en la cocina.
“En ella se sentó en actitud meditabunda, fijando tristemente la mirada en la lumbre que prestaba algún calor a su aterido cuerpo.
“A la sazón llegaban a las casas el mayordomo, el capataz y los peones que fueron alegremente sorprendidos con la inesperada presencia del glorioso payador.
“El mayordomo don Francisco se adelantó a saludarlo, y pocos momentos después estaba a su lado estrechando afectuosamente su mano.
- ¿Cómo? ¿Usted por acá, después de tanto tiempo? – le dijo.
- Sí aparcero mi vieja costumbre de andar ‘rodando’ siempre, me da el gusto de ver a los amigos.
- Pues, celebro su llegada: tiempo ha que deseaba verlo. Desde sus últimas payadas en la esquina ‘La Real’ no volví a verlo, ni saber nada de usted. Espero que esta noche me haga oír algunas décimas.
- Con mucho gusto: si Dios quiere, cantaremos.
- ¿Y por qué ha hecho poner su cama aquí? – le preguntó don Francisco.
- Porque siento mucho frío –repuso- y pensaba dormir, pero no tengo sueño, cantaré más tarde para distraernos un rato.
“Vega había traído una mulita o peludo a los tientos, y mandó que su peoncito la asara, pues no quería comer otra cosa.
“Como ya he dicho que éste era un niño de diez años, en vano estuvo forcejeando con el asador para colocar el peludo, hasta que otro muchacho algo mayor
[4] tomó en sus manos el asador, y arreglando convenientemente el animalito, lo arrimó al fuego.
“Ya era la noche. La gente de la estancia estaba cenando, parte en la cocina y los otros en el comedor, cuando los primeros, llenos de pavor, vieron a Vega que presa de un temblor horrible, su cuerpo sufría fuertes convulsiones.
“La infausta noticia se propagó en la casa con la rapidez del rayo y todos acudieron en auxilio del payador. Santos Vega moría.
“(…) Vega era un hombre de baja estatura, delgado de cuerpo, su rostro de un blanco mate estaba en relación con su espesa barba blanca y cabello también blanco.
“Sus facciones, en general, eran finas. Vestía chaqueta corta de paño azul marino, adornada con cordones y trencilla negra de seda; chiripá negro, calzoncillo cribado y bota de potro.
“El poncho lo llevaba generalmente en el hombro y levantaba en la frente el ala del chambergo.
“Cuando murió representaba de sesenta y cinco a setenta años.
“Pero volvamos a su muerte.
“Sus viejos amigos querían hacer una demostración de duelo digna de su nombre, dándole sepultura de la mejor manera.
“En el citado establecimiento habitaba un hermano del mayordomo llamado Mariano, hombre como de cuarenta años y que tenía sus facultades intelectuales algo perturbadas.
“Este hombre fue vivamente impresionado por la muerte del payador, y tomó sobre sí la honrosa tarea de construir por sus propias manos un féretro de tosca madera.
“Trabajó sin descanso durante toda la noche, mientras innumerables candiles esparcían luces alrededor del cadáver.
“Santos Vega, muerto en el desierto, tenía un féretro. (…)
“A la izquierda de la estancia ya referida, que estaba situada en la Boca del Tuyú, había una pequeña isla rodeada de talas, que servía de cementerio.
“En esa dirección partió a las 12 del día el fúnebre cortejo, acompañando los restos de Santos Vega a la última morada, y llevando en una carretilla de manos el ataúd.
“En medio de un dolor indescriptible, los viejos amigos dieron sepultura al cantor de la pampa argentina.
“Colocaron sobre su tumba una tosca cruz de tala para distinguir su sepultura.
“Los restos del payador reposan en esa isla. A la sazón Buenos Aires luchaba con el Brasil, encontrándose sitiada por dos escuadras del Imperio.
“Con este motivo, diecisiete buques habían naufragado en el Tuyú, y el salvataje lo hacían los moradores de sus costas. En la estancia de Sáenz Valiente, teatro del suceso narrado, habían reunido una inmensa cantidad de maderas de los buques náufragos, y de estas maderas se emplearon en la construcción del féretro de Santos Vega.
“Esta es, pues, la histórica muerte de ese genio que tanto ha preocupado a nuestros pueblos. Ella está fundada en los datos suministrados por un testigo ocular.
“Debido a las inmensas distancias que separaban los pueblos, a las diversas evoluciones políticas y acontecimientos que se han desarrollado en el país desde esos años a la fecha, y al corto número de personas que presenciaran la muerte de Santos Vega, tal vez, ella ha sido ignorada.
“Los moradores de la campaña lo vieron desaparecer, y no acertando a explicarse las causas de su desaparición, forjáronse mil utopías y entre ellas ‘la payada con el diablo’.
Es muy probable que Santos Vega hallase algún competidor, y al verse vencido desapareciera del ‘pago’ que frecuentara; pues no podría vivir como antes donde se eclipsara su gloria. (…)
“ (…) Las poesías del inspirado vate don Rafael Obligado que ha reunido las tradiciones de Santos Vega tal cual las revelan los labios populares, son verdaderas joyas que todo criollo debe conocer.
“‘El alma del payador’, ‘La prenda del payador’ y ‘La muerte del payador’ son preciosas décimas de estilo fluido, dulce y llano que representan el nacimiento de la literatura criolla de que fue Santos Vega su primer cantor.” Azul, 28 de Julio de 1885.
PAULINO RODRÍGUEZ OCÓN
[1] El testigo es un anciano que cuenta en la actualidad 72 años. Tenía 12 años cuando ocurrió la muerte de Vega, por él presenciada, y está dispuesto a confirmar bajo su honrada palabra lo que yo afirmo.
[2] La muerte ocurrió entre los últimos días de junio y primeros de julio. Es imposible fijar el día.
[3] El testigo no recuerda el apellido del mayordomo.
[4] El muchacho mayor a que hago referencia es el mismo testigo que sobrevive a aquel suceso.
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viernes, 3 de julio de 2009

¿El modelo sueco o el de Nueva Zelandia? ¡Me saco el sombrero! por Pepe Mujica

Alguna vez creímos que las únicas transformaciones sociales que valían la pena eran aquellas que no dejaban en pie nada del orden anterior. Pensábamos: “borrón y cuenta nueva; los cambios que de verdad valen la pena van a empezar con nosotros”. Le erramos fiero y hay que tener la honestidad intelectual de decirlo a los gritos: ¡LE ERRAMOS FIERO! A mí no me importa haber tenido razón, me importa que la gente viva bien. Me importa aprender de los países que hicieron bien las cosas para sus pueblos. Y entonces miro a Suecia y me da envidia, miro a Dinamarca y me da envidia, miro a Nueva Zelandia y me da todavía más envidia, porque es como mirar la foto de lo que pudimos ser y no somos. ¿Son mundos perfectos? No son perfectos, pero son mundos decentes. Mundos dignos. Sigue existiendo lo mío y lo tuyo, pero hay sustantivamente una fraternidad humana y una solidaridad que vale la pena vivir. Esos países son obra de generaciones de pacientes políticos reformistas. Despacio, para ir aprendiendo en el camino han armado sociedades que a la vez que se hacen más prósperas se hacen más humanas… El mundo es imperfecto y lo va a seguir siendo. ¡Pero se puede hacer tanta cosa para mejorarlo! Hay tanto espacio para gobiernos de buena fe que estén de verdad dedicados a servir a su gente. Todos los días, tratando de bajar la pobreza, todos los días tratando de mejorar el empleo, todos los días preguntándose cómo se pueden tener servicios públicos más eficientes y baratos. Dale que dale, hoy, mañana y pasado, siempre en la misma dirección. Para eso, más que para ninguna otra cosa, quiero ser presidente. Para llevar al gobierno un montón de gente, honesta, idealista, testaruda y valiente, que meta y meta sin parar. Quiero un gobierno de luchadores sociales, con la cabeza fría, el corazón caliente, y bien altas las banderas de la utopía. Dedicados a servir, no a ser servidos. Y en esto, no hay medias tintas. En asuntos de buena fe, sí vale la pena ser extremista. Fuente: www.pepetalcuales.com.uy

jueves, 2 de julio de 2009

¡Agarrate Catalina, que se viene la revolución agraria!

No hay peor sordo que el que no quiere oír. Así que voy a gritar un poco, porque sospecho que una buena parte de los uruguayos se aburre con estos asuntos de chacareros brutos. Gritar quiere decir no tenerle miedo a las frases que pueden sonar medio apocalípticas. Así que, con permiso para exagerar, digo: 1. En los próximos años el campo uruguayo puede cambiar como casi nunca antes en su historia. 2. Esos cambios implican las promesas más cercanas de hacer crecer a golpes la riqueza del país. 3. Esos mismos cambios contienen gravísimas amenazas para el modo de vida de mucha gente y para la salud del medio ambiente. Y créanme, no son palabras, ya empezó a pasar. Les doy un dato: hace cinco años la hectárea promedio valía 400 dólares y hoy está arriba de 2.000, un aumento de cinco veces, muy por arriba de cualquier otra cosa. Y si un bien de capital, como es la tierra, aumenta cinco veces, es porque sus dueños calculan que se puede sacar cinco veces más ganancia. La multiplicación del precio de los campos, siendo un hecho de gran tamaño, es la parte más chiquita de los cambios latentes. Lo verdaderamente explosivo es que se va insinuando una tendencia a que la agricultura en gran escala sea la forma más rentable de uso de la tierra. Más rentable no, escandalosamente más rentable, irresistiblemente más rentable. Le sacan diez veces más valor.
¿Cómo lo hacen? Hacen un guiso de mucho capital con nuevas tecnologías. Le ponen sembradoras y cosechadoras gigantescas y técnicamente maravillosas, a las que les falta hablar. Usan información satelital y son tan inteligentes que la herramienta que trabaja contra el piso recibe información de dónde hay una piedra y levanta la patita para pasar sin lastimarse. No es verso, hace dos semanas las vi trabajar en Lavalleja entre cascotes.Van caminando, le hacen el dribling al cascote y ponen la semilla en el pedacito de tierra libre. Y a eso agregale las técnicas de siembra directa, que bajan los costos como loco. Y agregale esos prodigios de la ingeniería genética que son los transgénicos, que aportan rendimiento, estabilidad y resistencia a las enfermedades. Cada factor multiplica al otro y cuando se quiere acordar el resultado es 20 veces el de hace una década. El proceso puede ser una aplanadora y dejarnos con un Uruguay irreconocible. Si es para bien, el país será mucho más rico, los trabajadores van a estar tecnificados y muy bien pagos, el Estado cobrará impuestos a lo bobo y los lados más tristes de la vida rural, como el aislamiento, serán sólo un mal recuerdo. ¿Y si sale mal? Una transformación de esta escala, impacta para todos lados. Produce pérdida de lugares de trabajo, abandono del campo de los productores chicos, y deja en la cancha un puñado de súper empresas, la mayoría desarraigadas y operando en Uruguay como un sitio más. Sin contar las grandes interrogantes aún no despejadas sobre las consecuencias de los transgénicos y los agroquímicos masificados sobre el medio ambiente. Por un lado el paraíso, por otro el infierno. ¿La querías fácil? No tengo. Es complicado, contradictorio, difícil. Pero está ahí y hay que ver qué hacemos. Lo único que por ahora tengo claro, es que no podemos permitir que agarre su propia dinámica y vaya a dar a donde sea. Hay que meter mano. Va a haber que tomar muchas decisiones y errarle lo menos posible.
Lo peor que podemos hacer es transformar el tema en un campo de batalla ideológico. Si es así, va a ser una guerra de simplificaciones entre los partidarios del capitalismo salvaje y los que prefieren vivir pobres antes que nadie les toque “el paisito”. Va a haber puros revolucionarios y puros reaccionarios, pero con los lugares cambiados. Esta vez, va a haber que pensar “afuera de la cajita”, como dicen los yanquis. Ni qué decir si la discusión se pudre por el uso politiquero. Así que, ¡agarrate Catalina, que se nos viene encima un tremendo relajo! Yo cumplo con avisar.Blog Oficial de Pepe Mujica
www.pepetalcuales.com.uy

miércoles, 1 de julio de 2009

Tenencia de la tierra y uso de tecnología No se observan diferencias en la forma de producir de dueños y arrendatarios Javier Preciado Patiño

Entre otros efectos colaterales, el conflicto agropecuario dio visibilidad a la forma de organización de la producción agrícola en la pampa húmeda.
Uno de los "descubrimientos" fue que buena parte de la agricultura se realiza en campos alquilados, es decir por actores distintos a los dueños de los campos.
La magnitud de la agricultura en campos arrendados varía según la fuente consultada o la región, pero los guarismos oscilan entre 40 y 70%, es decir significativos en cualquier caso.
Este descubrimiento ha generado varios desprendimientos. Uno de ellos es la existencia de rentistas que gracias a los buenos márgenes de la agricultura han dejado de producir por ellos mismos, para entregar su campo a terceros a cambio de un alquiler.
Otro es la "concentración" de la producción, no ya por la tenencia de la tierra sino por las decisiones empresarias (qué sembrar, con quién, a quién comprar los insumos, a quién vender, etc.).
De estos descubrimientos se desprende, tal como plantea algún sector del ruralismo, la necesidad de reformar la ley de alquileres, tema que todavía no se termina de definir en el Congreso de la Nación.
Uno de los argumentos que se han sostenido en contra de la agricultura en campos arrendados es el carácter no sustentable de la producción cuando el campo no es el propio.
Incluso esto fue tomado por el ahora secretario de Agricultura de la Nación, Carlos Cheppi, cuando se presentó ante el Senado en su carácter de presidente del Inta.
Decía Cheppi allí que en la zona de Casilda, donde el 80% de la agricultura se hace bajo arrendamiento, "no se fertiliza o se fertiliza muchos menos".
El planteo es que con esta agricultura de doble piso (rentista más inversor) se aplica menos tecnología para asegurar rentabilidad. Por ende, la actual producción agrícola argentina "no es sustentable".
El argumento subyacente (por el énfasis puesto en el tema arrendamiento) es que el comportamiento productivo de quien alquila es diferente de quien produce en campo propio.
Sin embargo, un trabajo realizado por investigadores del propio Instituto de Tecnología Agropecuaria no avala los dichos de quien fuera su presidente.
Dos técnicos del Instituto de Economía y Sociología del Inta, Víctor Brescia y Daniel Lema, se plantearon si había diferencia entre el manejo que hacían propietarios y arrendatarios. El resultado de sus investigaciones se publicó bajo el título "Tenencia de la Tierra, Contratos y Uso de Recursos en la Producción Agrícola Pampeana: Teoría y Evidencia".
Estos investigadores arribaron a la siguiente conclusión: "Nuestro estudio cuestiona que pueda atribuirse como causa de potenciales resultados negativos en términos de productividad, uso de insumos o conservación de recursos naturales a factores tales como la explotación en alquiler o la duración de los contratos".
Para ponerlo en otros términos: estos técnicos del Inta no han encontrado argumentos que puedan sostener lo que todo el mundo asegura, que los que alquilan campos para producir hagan una agricultura peor que los propietarios.
Es más, analizando contratos de alquiler a renta fija (en quintales) o a porcentajes sostienen que es más factible esperar un mayor uso de insumos cuando se pactan quintales que cuando se pacta porcentaje.
Esta última conclusión es importantísima: cuando hay que pagar una cantidad fija de quintales no se puede correr riesgo de escamotear tecnología, porque si no, no se supera el umbral de la rentabilidad.
En contratos a porcentaje, en cambio, si no se aplica tecnología, el menor rinde es compartido a porcentaje entre arrendatario y propietario.
Las conclusiones de Brescia y Lema son muy claras: "La adopción de sistemas de labranza y fertilización aparecen como independientes de la forma de tenencia de la tierra".
"Se debe resaltar que no se observa una mayor frecuencia de monocultivo en el caso de explotaciones arrendadas", sostienen.
Dicho de otra forma, propietarios y arrendatarios, ambos por igual, siguen la misma lógica.
"Se presenta una asociación entre la decisión de fertilización y el tipo de contrato adoptado, favoreciendo relativamente la fertilización el contrato de renta fija."
"Se encontró cierta asociación entre las combinaciones de cultivos y el tipo de contrato, favoreciendo el contrato de renta fija combinaciones que hacen un uso más intensivo de los insumos."
El trabajo fue presentado en 2004 y se basa en datos del Censo Agropecuario 2002 y de una encuesta de Fertilizar.
Los inquietos lectores de Infocampo pueden acceder al paper en la páginawww.aaep.org.ar abriendo la solapa delos Anales de la Asociación de EconomíaPolítica. Link corto: http://www.infocampo.com.ar/editorial//