lunes, 6 de julio de 2009

Santos Vega y el Azul por Enrique C. Rodríguez

En el año 2005, la escritora Lily Franco publicó en un diario capitalino una interesante reseña acerca de la inserción de Santos Vega en el imaginario popular, mencionando entre las personas que sostuvieron la existencia histórica de este tradicional personaje a uno de los símbolos del periodismo azuleño, Paulino Rodríguez Ocón.[i]
La Sección Hemeroteca de la Biblioteca Popular de Azul “Bartolomé J. Ronco“ viene investigando este tema desde que recibiera la donación de buena parte del material periodístico existente en la finca familiar de los Rodríguez Ocón, Avenida Mitre Nº 487 de esta ciudad.
Fruto de esos estudios fueron dos programas emitidos por la FM local “Radio del Pueblo” en marzo de 2003 y en igual mes de 2004
[ii] . Los mismos constituyen la base de este trabajo, escrito especialmente para celebrar la aparición de la revista “Maná Azul “.
PERIODISTA HASTA LA MUERTE
Porteño de origen, nacido en 1859, maestro y periodista apasionado, Paulino Rodríguez Ocón comenzó en la Ciudad de Buenos Aires su labor con la fundación y dirección de El Eco Del Pueblo, periódico de carácter político.
Llegó al Azul en 1878; fue empleado de las escribanías de José M. Otero y de Torcuato Soriano.
Luego ocupó el cargo de Gerente de la casa de remates que el General Francisco Leyría poseía en la esquina de las calles Burgos y Alsina, frente a la plaza Colón, y cuando este jefe militar organizó la primera exposición rural en Azul, en 1884, Paulino fue su martillero.
Tuvo una importantísima actuación pública: fue miembro del primer Consejo Escolar del Distrito de Azul; Secretario Privado del Intendente Manuel Castellar; participó activamente en las revoluciones radicales de 1890 y 1893; y junto con el General Leyría, inició las gestiones para la creación de nuestra Escuela Normal Mixta.
También colaboró en la fundación de la Biblioteca Popular, y fue el primer Procurador de la Sucursal Azul del Banco de la Nación.
En el ámbito periodístico, su tarea fue incansable y se extendió casi hasta su muerte. Inicialmente fue redactor de El Eco del Azul, dirigido por Juan C. Baygorria, y de La Razón que editaba Don Alejandro Brid.
Luego fundó, en el año 1881, el periódico La Voz del Pueblo y en 1886 colaboró con Manuel Chans y Mariano Berón en la publicación llamada La Enseña Liberal.
A posteriori se incorporó como redactor a otro diario también llamado La Razón, que dirigía Ramón A. Díaz, y a El Pueblo de Manuel Chans.
[iii]
Pero su etapa más fecunda la cumplió como Director de El Imparcial, propiedad de los hermanos Darhanpé, donde mantuvo inolvidables polémicas con su colega El Ciudadano, a cargo de José S. Ferreyro.
Aquí recordaremos que “El Ciudadano“se refería al “Imparcial “como el diario africano, en alusión a que la tez de Don Paulino era de color “morocho subido" como dice el Profesor Exequiel Ortega. A su vez, “El Imparcial“ motejaba a su colega como “el diario vespertino“ porque aparecía entre sombras.
[iv]
Finalmente, nuestro personaje fundó el tercer periódico llamado La Razón que hubo en nuestra ciudad, el cual apareció entre 1919 y 1930
Don Paulino falleció en Azul en 1940 y en esa circunstancia recibió el justo homenaje de sus convecinos.
RODRÍGUEZ OCÓN, MUJICA LAINEZ Y LA MUERTE DE SANTOS VEGA
El 28 de Julio de 1885, Paulino Rodríguez Ocón publicó en el diario La Prensa de la ciudad de Buenos Aires una nota titulada Santos Vega –Su muerte. Allí narró las circunstancias del fallecimiento del personaje, basándose en los dichos de un testigo presencial.
[v]
Ese testigo, al que no se identifica, dice que cuando contaba con 12 años de edad, en Junio o Julio de 1825, y encontrándose en la estancia de los Sáenz Valiente en el Tuyú (hoy Partido de General Lavalle) presenció la llegada de Santos Vega, la que fue muy festejada por el mayordomo Don Francisco, el capataz Pedro Castro y los peones, quienes le recriminaron cordialmente el largo tiempo que no aportaba por esos lugares.
También cuenta que Vega estaba enfermo y se acompañaba de un muchacho de unos 10 años.
Al solicitársele que, por la noche, hiciera oír alguna de sus décimas, se nos dice que respondió “Con mucho gusto, si Dios quiere, cantaremos“.
Pero el destino no lo quiso, pues antes de la medianoche Santos Vega falleció, presa de convulsiones, frente al estupor de aquella gente criolla que tanto lo admiraba. En la postrera despedida fue enterrado bajo un tala.
Este artículo de La Prensa, en el cual Don Paulino no nos revela la identidad del pequeño testigo de los hechos, exige ser complementado con otros dos, aparecidos el primero en el diario La Nación del 16 de Octubre de 1949, con la firma del historiador Elbio Bernárdez Jacques, y el segundo en Clarín del 9 de Enero de 1966, titulado Santos Vega: un mito de carne y hueso, y salido de la pluma de César Jaimes.
De los mismos surge que el testigo de la muerte del payador Santos Vega no era otro que el padre de Don Paulino, llamado Pedro.
Don Pedro Rodríguez Ocón, otro personaje con una vida singular, había nacido en Buenos Aires en 1813, y descendía de una familia virreinal de fundidores de oro y plata.
Integró la escolta de Rosas durante el sitio de Montevideo por el General Oribe, para luego establecerse en Azul, donde fue proveedor de los ejércitos de Alsina y Roca durante la conquista del desierto.
César Jaimes, en el artículo citado, se pregunta con razón por qué motivo Paulino Rodríguez Ocón no dijo, en su nota de "La Prensa“de 1885, que el testigo era su propio padre.
Y ensaya dos o tres respuestas bastante atendibles, luego de entrevistarse en Las Flores con una de las hijas de Paulino, la Sra. Paulina Teresa Rodríguez Ocón de López.
Una posibilidad – nos dice – es que la fuerte corriente literaria de la época sólo admitía a Santos Vega como personaje de leyenda. El mismo Obligado dirá al respecto: ”Dejando orgullo y modestia aparte, creo haber sido el primero que aprovechó este mito del pueblo argentino. Antes que yo, Ascasubi, en un cuento titulado Los mellizos de La Flor, se ocupó del sujeto, pero sin hondar nada. El general Mitre entrevió más, adivinó más, pero no aclaró el asunto”.
[vi]
Otra hipótesis plausible es que como Pedro Rodríguez Ocón había sido soldado de Rosas, podría haber deseado mantenerse alejado de la escena pública, sin deseos de aparecer efectuando declaraciones que podrían acarrearle problemas de carácter político.
Una tercera interpretación que nos brinda César Jaimes es la siguiente:
Rafael Obligado publicó su poema en Enero de 1885 (recordemos que la nota de Paulino es de Julio del mismo año) con una tirada de 10.000 ejemplares. Es posible que esa masiva difusión de Santos Vega como personaje de ficción motivara a Pedro Rodríguez Ocón, quizás acuciado por su hijo Paulino, a referir el acontecimiento que hemos narrado.
Como consecuencia de los esfuerzos del historiador Elbio Fernández Jacques, fue posible ubicar una tumba, que se atribuye a Santos Vega en el llamado Monte de las Tijeras, campos de los Sáenz Valiente, que luego pasaron a propiedad de los herederos de Doña Hortensia Aguirre de Leloir.
Los restos óseos fueron analizados por el prestigioso antropólogo José Imbelloni, quien dictaminó que pertenecían a un hombre y contaban con más de cien años de antigüedad.
Y el 28 de febrero de 1948 se inauguraron en el lugar, situado a 10 kilómetros de la localidad de San Clemente del Tuyú, un parque y un monumento a Santos Vega, este último obra del escultor Luis Perlotti.
OTRA VUELTA DE TUERCA
Al encontrarse el autor de estas líneas releyendo Misteriosa Buenos Aires, de Manuel Mujica Láinez, uno de los relatos llamado El Ángel y el Payador llamó poderosamente su atención ya que luego de referir la derrota de Santos Vega en la famosa payada con Juan Sin Ropa, el hilo narrativo de Mujica Láinez repite en muchos aspectos la versión de la muerte de Vega que publicara Paulino Rodríguez Ocón.
Ambos textos coinciden hasta en el detalle de que Santos Vega y el pequeño peón que lo acompañaba traían una mulita para su cena, la que asaron al fuego.
[vii] Hemos hallado otros claros ejemplos de intertextualidad -los que no se desarrollarán aquí respetando la extensión que debe darse a este ensayo- que surgen evidentes de la comparación que el curioso lector podrá realizar entre el artículo de Rodríguez Ocón reproducido en el Anexo y el cuento de Mujica Láinez. (Véanse en particular la coincidencia de los topónimos, la tumba bajo el tala, el féretro construido con maderas de los naufragios provenientes de la guerra con el Brasil, entre otros).
A modo de conclusión, dejamos planteadas dos hipótesis, que los historiadores confirmarán o refutarán:
· La primera y menos simpática sería que Paulino Rodríguez Ocón se apropió de una de las tantas versiones que circularon acerca de la existencia real de Santos Vega, atribuyendo a un testigo –que posteriormente se identificara como su padre- una intervención ficticia en los sucesos. Sin embargo, para sostener esta injusta idea no se posee ningún elemento de prueba, sino que, por el contrario, su relato encuentra plena confirmación en un artículo debido a la pluma de Arturo López Claro (Sangoluse), quien conoció personalmente a Don Pedro Rodríguez Ocón y a su familia.
[viii]·
La segunda nos lleva a pensar que Mujica Láinez se inspiró parcialmente, para escribir El Ángel y el Payador, en el texto de Paulino Rodríguez Ocón y su padre. Abonaría esta postura el hecho de que “Manucho” era asiduo colaborador de los principales diarios capitalinos y, en tal carácter, pudo haber tenido acceso al artículo de La Prensa del año 1885, o a versiones orales sobre el mismo.
REFERENCIAS HISTÓRICAS
[i] Franco, Lily: “Ecos de una voz lejana en el silencio de la pampa”.Diario La Nación, Bs.As., 9/7/2005, Sección “Rincón Gaucho”.Para mayores detalles acerca de la posible existencia real de Vega pueden consultarse la “Historia de la literatura argentina” (Bs.As., Centro Editor de América Latina, 1980/86, T.II pág. 213) y la edición anotada del poema por la Prof. María Hortensia Lacau (“Santos Vega y otras leyendas argentinas”). Bs.As., Edit. Kapelusz,1982)
[ii] Los programas fueron “Ana y el espejo” conducido por la Sra. Ana María Praiz, y “Pie de Página”, espacio oficial de la Hemeroteca de Azul en la radio local, a cargo del Sr. Mario Labaronnie y de quien esto escribe.
[iii] Dr. Sarramone, Alberto: “Historia del antiguo pago del Azul” Cap. XXII pág. 300 y sigtes. Azul, Editorial Biblos Azul, 1997.
[iv] Prof. Ortega, Exequiel C: “Diez grandes olvidados en un siglo de historia azuleña “. Fascículo Nº 2. Azul, El Tiempo, s/f.
[v] El texto completo del artículo fue reproducido en Azul por el Diario Del Pueblo el 8/9/1938, págs. 1 y 2. Vista su trascendencia y escasísima difusión – solamente lo hemos visto reproducido, con importantes erratas, en el Boletín de la Asociación Folklórica Argentina Año III N° 3-6,Bs. As. 1941- se lo transcribe en forma casi total en el Anexo documental.
[vi] Lacau, op.cit., pág. 62.
[vii] Dos, en realidad, en la versión de “Manucho”
[viii] López Claro, Arturo: “Casos y cosas del Azul de Antaño”. Diario “El Ciudadano “. Azul, 25-11-1949.
ANEXO DOCUMENTAL
TRANSCRIPCIÓN PARCIAL DE “SANTOS VEGA - SU MUERTE”, TEXTO DE PAULINO RODRÍGUEZ OCÓN PUBLICADO EN EL DIARIO “LA PRENSA” DE BUENOS AIRES EL 28 DE JULIO DE 1885, Y REPRODUCIDO EN EL DIARIO “DEL PUEBLO” DE AZUL EL 8 DE SEPTIEMBRE DE 1938. (Las notas al pie corresponden a Rodríguez Ocón)
“… Voy a narrar el cuadro de su muerte, fundado en el testimonio de un testigo ocular.
[1]
Era el año de 1825 y una fría tarde de su invierno.
[2]El sol dirigía a la tierra sus últimos rayos. “
“(…) En las escasas poblaciones que se levantaban como opuestos centinelas en las inmediaciones de la ‘Boca del Tuyú’, se habían encendido los fogones, procurando sus moradores el calor de la lumbre. En la población principal, que lo era la Estancia de Sáenz Valiente, sus peones, bajo la dirección de su mayordomo don Francisco N.
[3] y del capataz don Pedro Castro, se ocupaban de asegurar sus haciendas para durante la noche (sic) mientras en la cocina se preparaba el asado ‘al asador’ y el ‘cimarrón verde’.
De pronto ladraron los fieles y celosos perros llamando la atención del peón que estaba en la cocina, quien no tardó en sentir las pisadas de caballos que cada vez se adelantaban más hacia la casa.
“Esperó en la puerta y vio descender de su brioso corcel un anciano de venerable aspecto que llegaba al palenque, acompañado de un niño que a la sazón tendría 10 años.
Grande fue su sorpresa al reconocer en su inesperado huésped, al gran payador argentino, el invencible triunfador de esos torneos que nuestros gauchos forman en sus ‘payadas’.
“Con la más profunda admiración y respeto se adelantó a recibir al ilustre viajero ofreciéndole posada, con indecible cariño.
“Vega la aceptó, porque venía a pedir hospitalidad a sus antiguos amigos.
“Desensillaron los caballos, ‘atándolos a soga’ para que pudieran comer durante la noche.
“Santos Vega venía triste. Algún sentimiento oculto torturaba su alma, que él en vano trataba de disimular.
“Pero el dolor le agobiaba y su espíritu poderoso por momentos parecía ceder al enorme peso de una silenciosa agonía. Sentía frío, pero no el frío que sienten los cuerpos sanos y robustos, sino el frío glacial de la muerte que ningún calor puede alejar.
“Nuestro gaucho llevaba su cama en el ‘recado’.
“Vega mandó tender su cama junto al fogón, en la cocina.
“En ella se sentó en actitud meditabunda, fijando tristemente la mirada en la lumbre que prestaba algún calor a su aterido cuerpo.
“A la sazón llegaban a las casas el mayordomo, el capataz y los peones que fueron alegremente sorprendidos con la inesperada presencia del glorioso payador.
“El mayordomo don Francisco se adelantó a saludarlo, y pocos momentos después estaba a su lado estrechando afectuosamente su mano.
- ¿Cómo? ¿Usted por acá, después de tanto tiempo? – le dijo.
- Sí aparcero mi vieja costumbre de andar ‘rodando’ siempre, me da el gusto de ver a los amigos.
- Pues, celebro su llegada: tiempo ha que deseaba verlo. Desde sus últimas payadas en la esquina ‘La Real’ no volví a verlo, ni saber nada de usted. Espero que esta noche me haga oír algunas décimas.
- Con mucho gusto: si Dios quiere, cantaremos.
- ¿Y por qué ha hecho poner su cama aquí? – le preguntó don Francisco.
- Porque siento mucho frío –repuso- y pensaba dormir, pero no tengo sueño, cantaré más tarde para distraernos un rato.
“Vega había traído una mulita o peludo a los tientos, y mandó que su peoncito la asara, pues no quería comer otra cosa.
“Como ya he dicho que éste era un niño de diez años, en vano estuvo forcejeando con el asador para colocar el peludo, hasta que otro muchacho algo mayor
[4] tomó en sus manos el asador, y arreglando convenientemente el animalito, lo arrimó al fuego.
“Ya era la noche. La gente de la estancia estaba cenando, parte en la cocina y los otros en el comedor, cuando los primeros, llenos de pavor, vieron a Vega que presa de un temblor horrible, su cuerpo sufría fuertes convulsiones.
“La infausta noticia se propagó en la casa con la rapidez del rayo y todos acudieron en auxilio del payador. Santos Vega moría.
“(…) Vega era un hombre de baja estatura, delgado de cuerpo, su rostro de un blanco mate estaba en relación con su espesa barba blanca y cabello también blanco.
“Sus facciones, en general, eran finas. Vestía chaqueta corta de paño azul marino, adornada con cordones y trencilla negra de seda; chiripá negro, calzoncillo cribado y bota de potro.
“El poncho lo llevaba generalmente en el hombro y levantaba en la frente el ala del chambergo.
“Cuando murió representaba de sesenta y cinco a setenta años.
“Pero volvamos a su muerte.
“Sus viejos amigos querían hacer una demostración de duelo digna de su nombre, dándole sepultura de la mejor manera.
“En el citado establecimiento habitaba un hermano del mayordomo llamado Mariano, hombre como de cuarenta años y que tenía sus facultades intelectuales algo perturbadas.
“Este hombre fue vivamente impresionado por la muerte del payador, y tomó sobre sí la honrosa tarea de construir por sus propias manos un féretro de tosca madera.
“Trabajó sin descanso durante toda la noche, mientras innumerables candiles esparcían luces alrededor del cadáver.
“Santos Vega, muerto en el desierto, tenía un féretro. (…)
“A la izquierda de la estancia ya referida, que estaba situada en la Boca del Tuyú, había una pequeña isla rodeada de talas, que servía de cementerio.
“En esa dirección partió a las 12 del día el fúnebre cortejo, acompañando los restos de Santos Vega a la última morada, y llevando en una carretilla de manos el ataúd.
“En medio de un dolor indescriptible, los viejos amigos dieron sepultura al cantor de la pampa argentina.
“Colocaron sobre su tumba una tosca cruz de tala para distinguir su sepultura.
“Los restos del payador reposan en esa isla. A la sazón Buenos Aires luchaba con el Brasil, encontrándose sitiada por dos escuadras del Imperio.
“Con este motivo, diecisiete buques habían naufragado en el Tuyú, y el salvataje lo hacían los moradores de sus costas. En la estancia de Sáenz Valiente, teatro del suceso narrado, habían reunido una inmensa cantidad de maderas de los buques náufragos, y de estas maderas se emplearon en la construcción del féretro de Santos Vega.
“Esta es, pues, la histórica muerte de ese genio que tanto ha preocupado a nuestros pueblos. Ella está fundada en los datos suministrados por un testigo ocular.
“Debido a las inmensas distancias que separaban los pueblos, a las diversas evoluciones políticas y acontecimientos que se han desarrollado en el país desde esos años a la fecha, y al corto número de personas que presenciaran la muerte de Santos Vega, tal vez, ella ha sido ignorada.
“Los moradores de la campaña lo vieron desaparecer, y no acertando a explicarse las causas de su desaparición, forjáronse mil utopías y entre ellas ‘la payada con el diablo’.
Es muy probable que Santos Vega hallase algún competidor, y al verse vencido desapareciera del ‘pago’ que frecuentara; pues no podría vivir como antes donde se eclipsara su gloria. (…)
“ (…) Las poesías del inspirado vate don Rafael Obligado que ha reunido las tradiciones de Santos Vega tal cual las revelan los labios populares, son verdaderas joyas que todo criollo debe conocer.
“‘El alma del payador’, ‘La prenda del payador’ y ‘La muerte del payador’ son preciosas décimas de estilo fluido, dulce y llano que representan el nacimiento de la literatura criolla de que fue Santos Vega su primer cantor.” Azul, 28 de Julio de 1885.
PAULINO RODRÍGUEZ OCÓN
[1] El testigo es un anciano que cuenta en la actualidad 72 años. Tenía 12 años cuando ocurrió la muerte de Vega, por él presenciada, y está dispuesto a confirmar bajo su honrada palabra lo que yo afirmo.
[2] La muerte ocurrió entre los últimos días de junio y primeros de julio. Es imposible fijar el día.
[3] El testigo no recuerda el apellido del mayordomo.
[4] El muchacho mayor a que hago referencia es el mismo testigo que sobrevive a aquel suceso.
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