sábado, 21 de mayo de 2011

Qué quiere decir democracia Ricardo A. Guibourg

Para LA NACION - Viernes 17 de abril de 2009
Los funerales de Alfonsín fueron presididos por la palabra "democracia". Alfonsín fue un demócrata, sin duda. Pero ¿lo somos nosotros, los argentinos? Una obsesión de la filosofía analítica (que practico) insiste en averiguar el significado de las palabras que usamos. La democracia es el gobierno del pueblo. Alf Ross, el jurista danés, elaboró una teoría acerca de sus tres dimensiones cuantitativas. Pero un gobierno del pueblo implica que el pueblo es quien gobierna, adopta las decisiones y se atiene a las consecuencias. Claro que lo hace por medio de sus representantes, a quienes elige y controla. Para que esta representación sea eficaz, los candidatos han de explicar cuáles son sus intenciones (exponer su plataforma electoral) para que los electores ejerzan su preferencia. No es un método perfecto, pero es el mejor que conocemos.
Ahora bien, ¿cuánto de eso sucede entre nosotros? Basta leer los diarios para observar que el debate no se hace en torno a ideas (como Alfonsín pedía) sino a candidatos. Cada candidato posible es como una marca: las encuestas miden su popularidad sin preguntar tendencias ni motivos; quien mida bien tiene un puesto asegurado y los más diversos partidos se lo disputan como candidato, como si fuera un buen futbolista con el libro de pases abierto. Esa condición desata campañas, en las que primero se busca el nicho apropiado para acceder al mercado electoral y luego se insiste en la propaganda acerca de esa imagen, pero sin exagerar para no espantar votos disconformes: no importa cuál sea la imagen de un candidato, siempre viene bien que se asocie con alguien que, respecto de él, pueda mostrarse como "moderado". Eso sí, nadie termina de entender qué propósitos reales hay detrás de cada imagen, ni en qué ha de moderarse quien sea moderado, ni a qué tipo de extremos esté dispuesto a llegar quien haya asumido un perfil más intenso (¿intenso en qué?). Se busca fe, no preguntas.
El punto es que a nadie parece importar esto: tal vez haya una sola política posible, como dicen los cínicos; tal vez haya varias pero decidir entre ellas no sea competencia del pueblo, como sospechan los mal pensados. Quién sabe: no soy analista político ni puedo responder a esas inquietudes. Pero lo que sí puedo decir es que el ejercicio de la política, tal como es encarado entre nosotros, tiene escasos puntos de contacto con el concepto tradicional de democracia, sea directa, representativa, participativa o de cualquier otra especie. En cambio, se parece muchísimo al mundo de los negocios, con su marketing, sus fusiones, sus expertos en propaganda de marcas, sus constantes intercambios de ejecutivos y su visión de los ciudadanos como consumidores, a quienes hay que atraer para que compren el producto ofrecido hasta la próxima guerra de campañas publicitarias. En esa metáfora, los contratos ni siquiera tienen "letra chica" que pueda leerse y la defensa del consumidor sólo se ejerce más tarde, a menudo como parte de una nueva tendencia del mercado.
¿Será esto necesario? ¿Será bueno? No estoy seguro de que haya siquiera una respuesta a estas preguntas. Pero sugiero que todos podríamos alcanzar al menos una ventaja metodológica si nos preguntáramos seriamente por el significado de las palabras con las que sostenemos nuestras opiniones.
El autor es director de la Maestría en Filosofía del Derecho de la UBA. Juez de la Nación.

VUELTA DE OBLIGADO. NI TANTO NI TAN POCO

(DOS ENFOQUES CONTRAPUESTOS Y LA POSIBILIDAD DE PENSAR SIN SULFURARSE, SOBRE TODO SI NO HAY PÚBLICO MIRANDO)
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UNA EPOPEYA LARGAMENTE OCULTADA
-POR PACHO O´DONELL-
El combate de la Vuelta de Obligado es la expresión a cañonazos de un conflicto que recorre la historia argentina: el de las ambiciones de ciertas dirigencias vernáculas asociadas en beneficio propio con las potencias exteriores del momento, enfrentadas con los intereses nacionales, sobre todo de los sectores populares, que en 1845 fueron organizados y armados por su líder natural, Juan Manuel de Rosas.
Obligado es, junto con el Cruce de los Andes, una de las dos mayores epopeyas militares de nuestra patria. Una gesta victoriosa en defensa de nuestra soberanía política, económica y territorial que puso a prueba exitosamente el coraje y el patriotismo de argentinas y argentinos, lamentablemente silenciada por la historiografía liberal escrita por la oligarquía porteñista, antipopular y europeizante, vencedora de nuestras guerras civiles del siglo XIX.
Versión que continúa hoy vigente con algunos cambios epidérmicos y con denominaciones oportunistas que, por ejemplo, incorporan el término “social” para disimular su conservadurismo y continuismo. Corriente que, aprovechando los golpes militares y ante la expulsión de la historiografía peronista y marxista de nuestras universidades, se adueñó del poder que administra cátedras, subsidios, becas, empleos.
Ser revisionista no supone ser “antimitrista”. Bartolomé Mitre fue un argentino excepcional que dirigió inmensos ejércitos, tradujo La Divina Comedia , llegó a presidente de la república. Y también escribió los fundamentos de nuestra historia al mismo tiempo que la protagonizaba. Tuvo la sensibilidad social de poner en superficie el heroísmo inconcebible de los caudillos altoperuanos, pero no pudo mantener esa objetividad al ocuparse de los caudillos federales tardíos, a quienes perseguía porque se habían constituido en un serio obstáculo para su proyecto de Organización Nacional. La historiografía que el revisionismo cuestiona se plasmó años después, en parte basada sobre sus escritos, pero sobre todo al calor de una “educación patriótica”, cuyo objetivo fue hacer que las masas inmigrantes incorporasen “lo nacional” alimentadas por una versión rígida, simplificada y conservadora de nuestra historia. Cuando se habla de “historia oficial” se debe hablar más de Ricardo Levene que de Mitre.
Corría 1845. Las dos más grandes potencias económicas, políticas y bélicas de la época, Gran Bretaña y Francia, se unieron para atacar a la Argentina, entonces bajo el mando del gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas. El pretexto “humanitario”, infaltable en toda incursión imperial, tuvo la complicidad de los unitarios emigrados en Montevideo: a los “interventores”, como les gustó llamarse a los europeos, no los movía otra intención que apoyar a quienes se oponían al gobierno supuestamente tiránico de Rosas.
Es cierto que Rosas era violento; todos en esa época lo eran, también Paz, Lavalle y Urquiza. En cuanto al terror rosista, es sin duda cuestionable la creación de “la Mazorca”, una organización parapolicial para perseguir y amedrentar a los opositores; pero también es cierto que en sus períodos más cruentos, octubre de 1840 y abril de 1842, no murieron más de 60 personas, lejos de las 200 ejecutadas por Urquiza en las semanas posteriores a Caseros.
Los motivos reales de la “intervención en el Río de la Plata” fueron de índole económica. Se imponía el castigo a ese gaucho insolente que desafiaba a las potencias europeas con trabas al libre comercio y medidas aduaneras que protegían los productos nacionales, y fundando un Banco Nacional que escapaba al dominio de los capitales extranjeros.
Gran Bretaña y Francia se habían unido para expandir sus mercados aprovechando el invento de los barcos de guerra a vapor, que les permitían internarse en los ríos sin depender de los vientos y así alcanzar nuestras provincias litorales, el Paraguay y el sur del Brasil. Esas intenciones eran confirmadas por los casi cien barcos mercantes que seguían a las naves de guerra.
Lo más grave para nuestra soberanía era la pretensión de independizar Corrientes, Entre Ríos y lo que es hoy Misiones formando un nuevo país, la “República de la Mesopotamia”, que empequeñecería y debilitaría aún más a la Argentina, que ya había sufrido el desgarro de la Banda Oriental, con la insólita anuencia de Rivadavia, y del Alto Perú (Bolivia) ante la indiferencia de Alvear. Sería Urquiza, luego de Caseros y en acuerdo con el emperador de Portugal Juan I, quien reconocería la independencia del Paraguay, algo a lo que Rosas se negó con pertinacia.
Ingleses y franceses creyeron que la sola exhibición de sus imponentes naves, sus entrenados marineros y soldados, y su modernísimo armamento bastarían para doblegar a nuestros antepasados, como acababa de suceder con China. Pero no fue así: Rosas, que gobernaba con el apoyo de la mayoría de la población, sobre todo de los sectores populares, decidió hacerles frente. Encargó al general Lucio N. Mansilla conducir la defensa. Su estrategia fue la siguiente:
1) Era imposible vencer militarmente a los invasores por la diferencia de poderío y experiencia, lo que hacía inevitable que tuvieran éxito en su propósito de remontar el río Paraná.
2) Dado que se trataba de una operación comercial encubierta, el objetivo era provocarles daños económicos suficientes como para hacerlos desistir de la empresa y lograr así una victoria estratégica que vigorosas negociaciones diplomáticas harían luego contundente.
3) Era necesario buscar un lugar del Paraná donde fuera posible alcanzar los barcos enemigos con los escasos, anticuados y poco potentes cañones con que se contaba.
Mansilla emplazó cuatro baterías en el lugar conocido como Vuelta de Obligado, donde el río se angosta y describe una curva que dificultaba la navegación. Allí nuestros heroicos antepasados tendieron tres gruesas cadenas sostenidas sobre barcazas y así lograron que durante el tiempo que tardaron en cortarlas los enemigos sufrieran numerosas bajas en soldados y marineros y devastadores daños en sus barcos de guerra y en los mercantes. El calvario de las armadas europeas y los convoyes que las seguían continuó durante el viaje de ida y de regreso, siendo ferozmente atacadas desde las baterías de “Quebracho”, del “Tonelero”, de “San Lorenzo” y, otra vez, desde “Obligado”. La estrategia de Rosas y Mansilla tuvo éxito y las grandes potencias se vieron obligadas a capitular aceptando las condiciones impuestas por la Argentina y cumpliendo con la cláusula que imponía a ambas armadas, al abandonar el río de la Plata, disparar 21 cañonazos de homenaje y desagravio al pabellón nacional.
Desde su destierro en Francia, San Martín, henchido de orgulloso patriotismo, escribió a su amigo Tomás Guido el 10 de mayo de 1846: “Los interventores habrán visto por este échantillon que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”. Más adelante felicitaría al Restaurador: “La batalla de Obligado es una segunda guerra de la Independencia”. Y al morir le legó su sable libertador.
Insólitamente, hay argentinos que siguen empeñados en negar la importancia de Obligado y hasta objetan la victoria patriota. Aliados así otra vez con los invasores del 45, sobre todo con Francia, que, al calor de la humillación sufrida, insiste aún hoy que la guerra del Paraná le fue favorable. Aducen para ello que superaron las barreras de Obligado, remontaron el Paraná hasta su fin y regresaron. Como muestra, en el Panteón de Napoleón donde se exhiben las banderas enemigas tomadas en victorias militares, se exhibe en el puesto 32 una enseña argentina manchada en sangre recuperada de alguno de los lanchones que sostenían las cadenas.
Pero lo que demuestra su derrota es que no se cumplieron ninguno de los objetivos de la invasión de las potencias: las provincias litorales siguen siendo argentinas, el Paraná es un río interior de nuestro territorio y la Argentina no es un protectorado británico, como habían acordado los unitarios con las potencias “interventoras”.
Serían otras las formas, más sutiles y eficaces, que las potencias invasoras, sobre todo Inglaterra, pondrían en juego en el futuro para restañar las heridas y para dominar hasta 1945 nuestra economía, nuestra política y nuestra cultura con la complicidad de sus “socios interiores”.
© La Nacion / Jueves 18 de noviembre de 2010
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TRANSFORMAR LA DERROTA EN VICTORIA
POR LUIS ALBERTO ROMERO
El Gobierno anuncia la gran celebración de un aniversario de la Vuelta de Obligado, la batalla en la que, el 20 de noviembre de 1845, las tropas de Rosas intentaron inútilmente bloquear el acceso de la flota británica por el río Paraná. Paralelamente, los escritores neorrevisionistas baten el parche y despiertan sentimientos e imaginarios de un nacionalismo hondamente arraigado en nuestra sociedad. A la vez, por qué no, realizan un buen negocio editorial.
Como de costumbre, anuncian la revelación de un episodio que la “historia oficial” ha mantenido oculto. En realidad, el episodio de la Vuelta de Obligado puede ser leído en casi cualquier libro que se ocupe del período. Por ejemplo, en dos autores clásicos y de ideas diferentes: José Luis Busaniche y Ernesto Palacio. Dos probos historiadores británicos, H. S. Ferns y John Lynch, han dicho todo lo que necesitamos saber acerca de las trapisondas del lobby de comerciantes e industriales de Liverpool y Manchester, que presionó permanentemente sobre la política del Foreign Office en el largo conflicto de la Cuenca del Plata. Tulio Halperin Donghi, hace 40 años, trazó un balance equilibrado del asunto, bastante favorable a Rosas: sin cuestionar los sólidos lazos que ligaban con Gran Bretaña a los hacendados y comerciantes porteños e ingleses -dice-, Rosas defendió encarnizada y a la larga eficazmente la independencia política de la región, en la época de la “política de las cañoneras”, cuando nadie podía asegurar cuáles serían los límites del colonialismo europeo. Rosas puso esos límites.
Coincido con esos balances, que destacan no tanto las heroicas acciones militares en el Paraná como la tozuda y cazurra práctica diplomática de Rosas en los cuatro años siguientes. Me parece más difícil de aceptar, en cambio, que la batalla del 20 de noviembre de 1845 haya sido una gran “epopeya nacional”, como se dice.
En primer lugar, fue una derrota. Honrosa y heroica, sin duda; victoria moral, como nos gusta a los argentinos; pero derrota al fin. La de los ingleses fue quizás una victoria a lo Pirro. Pero vencieron. Cortaron las cadenas, rompieron el bloqueo y llegaron con sus barcos a Corrientes, donde la sociedad local admiró los nuevos barcos de vapor y las damas alternaron y coquetearon con los oficiales británicos.
Sin embargo, sus logros fueron escasos. Los mercados de las provincias litorales eran menos atractivos que lo supuesto. Ninguno de los jefes políticos antirrosistas, en armas en las provincias litorales, quiso comprometerse con los ingleses. Los comerciantes británicos en Buenos Aires continuaron acumulando pérdidas con el bloqueo y reclamando una solución pacífica. Dicho esto, sopesemos el argumento de los neorrevisionistas: las fuerzas militares de Rosas, luego de la derrota del 20 de noviembre, practicaron una tenaz y meritoria guerrilla de retaguardia, que ocasionó pérdidas a la flota y a los buques mercantes ingleses. Un problema más. Por entonces, otros problemas en su vasto imperio informal reclamaron la atención del gobierno británico. En 1846 Aberdeen, cultor de la “política de las cañoneras”, fue reemplazado en el Foreign Office por Palmerston, partidario del camino negociado. Hubo una nueva evaluación de la situación del Plata, y aunque el bloqueo se mantuvo hasta 1849, finalmente se llegó a un acuerdo muy honroso para el gobierno de la Confederación, en el que Rosas obtuvo lo que no pudo lograr en el campo de batalla. Celebremos pues el éxito pacífico de la diplomacia y no el fracaso de la guerra. La negociación y no la epopeya.
¿Fue “nacional” esta acción? También me parece dudoso. Los revisionistas y neorrevisionistas comparten una idea, de origen alemán, acerca de la existencia de una nación eterna, existente desde siempre y animada por el “alma del pueblo”, el volgeist. Una idea importada, pensada para otras realidades, que nuestro nacionalismo aceptó con entusiasmo y aplicó a nuestro caso. Los historiadores profesionales sabemos que las naciones no existen desde siempre, sino que se construyen, en circunstancias determinadas. Casi siempre son impulsadas por Estados, que encuentran en el imaginario nacional su mejor legitimación.
En rigor, en 1845 el Estado nacional argentino todavía estaba en construcción; toda la Cuenca del Plata era un hervidero, y ni siquiera estaba claro qué parte de ella -¿el Uruguay o el Paraguay?- correspondería a la Argentina. Muchos conflictos estaban pendientes de resolución y era difícil saber cómo terminaría la historia, y en consecuencia, cuál de los intereses en pugna sería el “nacional”. Nuestros neorrevisionistas dan por sentado que Rosas defendía el interés nacional. Quizá. Pero en la época había opiniones diferentes sobre cómo organizar el país, especialmente entre correntinos, entrerrianos y santafecinos, por no mencionar a uruguayos y paraguayos, cuya independencia Rosas cuestionaba.
En cambio es seguro que Rosas, bloqueando el Paraná e impidiendo la libre navegación de los ríos, sostuvo los intereses de Buenos Aires, una provincia que, bueno es recordarlo, hasta 1862 vaciló entre integrar el nuevo Estado o conformar un Estado autónomo. Rosas defendió con energía el monopolio portuario porteño, de cuyas rentas, no compartidas, vivía la provincia. Contra Rosas estaban quienes creían que la libre navegación de los ríos los beneficiaría. El conflicto se dirimió luego de Caseros. Mientras Rosas elegía exiliarse en Inglaterra -quizá para estudiar más de cerca a la “pérfida Albión”-, el Pacto de San Nicolás en 1852, y la Constitución Nacional en 1853, abrieron el camino a la libre navegación. Los neorrevisionistas hablan del triunfo de los intereses antinacionales. Eso los llevaría a ubicar a nuestra Constitución en el campo antinacional. A los que vemos en la Constitución el fundamento de nuestro orden institucional nos resulta imposible acompañarlos en esa posición.
Transformar una derrota en victoria. Hacer de una batalla donde primaron los intereses particulares de Buenos Aires un jalón en la construcción de la Nación. Todo eso es algo más que una opinión, poco rigurosa pero aceptable en un terreno por definición opinable, como lo es el pasado. Tal manera de ver las cosas constituye una parte central del “sentido común” nacionalista, muy arraigado en nuestra cultura, a tal punto de haberse convertido en una verdad que se acepta sin reflexión. En su tiempo, el revisionismo ayudó mucho a construirlo. Los escritores neorrevisionistas -confieso que me cuesta llamarlos historiadores- pulsan esa sensibilidad, la refuerzan, y adicionalmente la convierten en un buen negocio: bien publicitado, el nacionalismo patológico vende bien.
Digo nacionalismo patológico porque hay, en mi opinión, otro nacionalismo, al que prefiero llamar patriotismo, sano, virtuoso e indispensable para vivir en una nación. Pero en el sentido común de los argentinos predomina aquel otro: una suerte de “enano nacionalista” que combina la soberbia con la paranoia y que es responsable de lo peor de nuestra cultura política. Nos dice que la Argentina está naturalmente destinada a los más altos destinos; si no lo logra, se debe a la permanente conspiración de los enemigos de nuestra Nación, exteriores e interiores. Chile siempre quiso penetrarnos. Gran Bretaña y Brasil siempre conspiraron contra nosotros. Ellos fraccionaron lo que era nuestro territorio legítimo, arrancándonos el Uruguay, el Paraguay y Bolivia. La última y más terrible figuración del “enano nacionalista” ocurrió con la reciente dictadura militar. Entonces, el enemigo pasó de ser externo a interno: al igual que los unitarios con Rosas, la subversión era “apátrida” y, como tal, debía ser aniquilada. Poco después, la patología llegó a su apoteosis con la Guerra de Malvinas.
Ese nacionalismo constituye un mito notablemente plástico, capaz de adaptarse a situaciones diversas. Así, nuestro actual gobierno puede hacer uso de él, resucitar muchos de sus tópicos -tarea en la que ayudan estos escritores neorrevisionistas- e incluir en su campaña general contra diversos enemigos -la lista es conocida- este revival de la Vuelta de Obligado que prenuncia una revitalización del mito en beneficio propio, tal como lo está haciendo con la causa de las Malvinas. En 1983, muchos creímos que habíamos logrado desterrar al “enano nacionalista”. Hoy, yo al menos lo dudo.
© La Nacion – Jueves 18 de noviembre de 2010.

Juan Lavalle (1797 - 1841) Autor: Felipe Pigna

Juan Galo de Lavalle fue uno de los hombres más controvertidos de nuestra historia nacional. Héroe en las campañas de San Martín y Bolívar, respondió a la ideología unitaria, que defendió ciegamente hasta el fin de sus días. El fusilamiento de Manuel Dorrego, ordenado por él, contribuyó al encumbramiento de Juan Manuel de Rosas como gobernador de la provincia de Buenos Aires, contra quien se levantará sin éxito en repetidas oportunidades, siempre en defensa de la causa unitaria.
Juan Galo de La Valle nació el 17 de octubre de 1797 en Buenos Aires. Fue el quinto hijo de Manuel José de La Valle y Cortés y María Mercedes González Bordallo. Su padre, descendiente directo del conquistador de México, era contador general de las Rentas y el Tabaco del Virreinato del Río de la Plata.
En 1799, los De La Valle se trasladaron a Santiago de Chile. Desde allí, palpitan las noticias de las invasiones inglesas, alarmados por la ineficiencia de las autoridades coloniales para resistir a los ingleses.
Ya en 1807 la familia se muda nuevamente a Buenos Aires. Por entonces, la crisis del imperio español comenzaba a evidenciarse y grupos de jóvenes criollos se plantean la posibilidad -lejana todavía- de cortar los lazos con la metrópoli.
La Revolución de Mayo resultó claramente adversa para con los De La Valle, por su subordinación a las autoridades españolas. Recién en 1812, una vez asumido el Primer Triunvirato, el gobierno nombra a Manuel (amigo cercano de Bernardino Rivadavia, secretario del Triunvirato) administrador de la Aduana de Buenos Aires.
El Primer Triunvirato es derrocado en octubre de 1812 por fuerzas dirigidas por militares pertenecientes a la llamada Logia Lautaro, entre quienes se encontraban Carlos María de Alvear y José de San Martín.
A cargo del Regimiento de Granaderos a Caballo, San Martín decidió encaminar la formación de un conjunto de jóvenes voluntarios que se incorporarían como cadetes. Pertenecientes en muchos casos a las familias más distinguidas de la ciudad. Juan Galo de Lavalle (que en esa época suprimió el "de" de su apellido y lo apocopó, posiblemente para evitar la vinculación con los apellidos españoles) pidió su alta como cadete y fue aceptado en agosto de 1812.
Se destacó en las prácticas rigurosas impuestas por San Martín y rápidamente se ganó su respeto. Sin embargo, Lavalle no fue escogido para participar en el Combate de San Lorenzo, en el que las tropas de San Martín se impusieron sobre los realistas y su bautismo de fuego tuvo lugar durante la toma de Montevideo, en 1814. Allí, quiso el destino que actuará bajo las órdenes de Manuel Dorrego.
Cuando San Martín se hizo cargo del Ejército de los Andes, Lavalle recibió la orden de trasladarse a Cuyo para incorporarse al mismo. Allí, en uno de los convites organizados por Remedios de Escalada de San Martín, la joven esposa del Libertador, Lavalle conoció a su futura esposa, María de los Dolores Correas.
Durante el cruce de los Andes, Juan Lavalle marchó a la vanguardia, bajo las órdenes del brigadier Miguel Estanislao Soler. Se destacó en el triunfo de Chacabuco, en febrero de 1817, y ya ostenta el grado de general en jefe, cuando el ejército patriota fue derrotado en Cancha Rayada. Luego de la victoria de Maipú, Lavalle acompañó a San Martín en el avance sobre Perú, en el cual también brilló por sus dotes militares.
Lavalle formó parte del ejército que San Martín envió a Simón Bolívar para continuar con la independencia americana y participó de la campaña al Ecuador. Tuvo una actuación excepcional en los combates de Río Bamba y Pichincha.
Juan Lavalle retornó a las Provincias Unidas en 1823, y tras un breve paso por Mendoza, donde vistó a su prometida, emprendió la marcha hacia la capital del antiguo Virreinato. El gobierno de Martín Rodríguez lo recibió con honores. Lavalle se sorprendió de los cambios ocurridos en la ciudad, los cuales se encontraban fuertemente relacionados con las reformas llevadas adelante por uno de los ministros de Rodríguez, Bernardino Rivadavia.
Lavalle cumplió su promesa y regresó a Mendoza, donde contrajo matrimonio con María de los Dolores en abril de 1824. Regresó a Buenos Aires junto con su esposa y fue nombrado jefe del Cuarto Regimiento de Infantería, cuyo objetivo era cubrir la frontera sur del río Salado con el fin de avanzar sobre el territorio dominado por los indígenas, un problema que comenzaba a inquietar fuertemente al gobierno. Se pretendía demarcar una nueva línea de frontera que debía estar comprendida entre las costas del mar y las orillas del río Las Flores, pasaría por Balcarce y Tandil y avanzaría hacia el oeste, hacia el límite con Santa Fe.
En febrero de 1826, Bernardino Rivadavia fue designado presidente de las Provincias Unidas. La gestión de Rivadavia fue fuertemente resistida por los representantes de las provincias, quienes veían en él la consagración del ideario unitario.
En tanto, comenzó a destacarse entre los opositores la figura de Manuel Dorrego, que desde las páginas del diario El Tribuno hostigaba continuamente al poder Ejecutivo representado por Rivadavia y criticaba su proyecto de ley electoral en estos términos:
"...Y si se excluye a los jornaleros, domésticos asalariados y empleados también, ¿entonces quién queda? Queda cifrada en un corto número de comerciantes y capitalistas la suerte del país. He aquí la aristocracia del dinero, entonces sí que sería fácil poder influir en las elecciones, porque no es fácil influir en la generalidad de la masa, pero sí en una corta porción de capitalistas; y en ese caso, hablemos claro, el que formaría la elección sería el Banco, porque apenas hay comerciantes que no tengan giro en el Banco, y entonces el Banco sería el que ganaría las elecciones, porque él tiene relación con todas las provincias. "
Juan Lavalle fue enviado a integrarse al ejército en la guerra con el Brasil, donde nuevamente se destacó por sus dotes militares.
En tanto, en Buenos Aires en 1826, las gestiones diplomáticas para concluir la guerra con Brasil, nada favorables para las Provincias Unidas, y la sanción de una Constitución unitaria y centralista, pusieron en jaque al gobierno de Rivadavia, quien debió renunciar.
El fracaso unitario facilitó la llegada a la gobernación de Buenos Aires del federal Manuel Dorrego, lo cual produjo una fuerte inquietud en el círculo oligárquico de la ciudad, que apoyaba al sistema unitario.
Así escribía el unitario Julián Segundo de Agüero a Vicente López en ocasión de la asunción de Dorrego:
"No se esfuerce usted en atajarle el camino a Dorrego: déjelo usted que se haga gobernador, que impere aquí como Bustos en Córdoba: o tendrá que hacer la paz con el Brasil con el deshonor que nosotros no hemos querido hacerla; o tendrá que hacerla de acuerdo con las instrucciones que le dimos a García, haciendo intervenir el apoyo de Canning y de Ponsonby. La Casa Baring lo ayudará pero sea lo que sea, hecha la paz, el ejército volverá al país y entonces veremos si hemos sido vencidos."
A mediados de 1828, la mayor parte de la clase terrateniente, afectada por la prolongación de la guerra, retiró a Dorrego el apoyo político y económico. Le niega recursos a través de la Legislatura y lo fuerza a transigir y a iniciar conversaciones de paz con el Imperio.
Dorrego tuvo que firmar la paz con Brasil aceptando la mediación inglesa que impuso la independencia de la Banda Oriental. Así nacía la república Oriental del Uruguay en agosto de 1828.
La derrota diplomática de la guerra con el Brasil y el descontento de las tropas que regresaban desmoralizadas fueron utilizados como excusa por los unitarios para conspirar contra el gobernador Dorrego.
El 1º de diciembre de 1828, un golpe de estado encabezado por el General Lavalle derrocó a Dorrego. Algunos unitarios se dirigieron a Lavalle y opinaron sobre lo que debía hacerse con el gobernador capturado. Salvador María del Carril le escribía a Lavalle el 12 de diciembre de 1828:
"La prisión del General Dorrego es una circunstancia desagradable, lo conozco; ella lo pone a usted en un conflicto difícil. La disimulación en este caso después de ser injuriosa será perfectamente inútil al objeto que me propongo. Hablo del fusilamiento de Dorrego. Hemos estado de acuerdo en ella antes de ahora. Ha llegado el momento de ejecutarla. Prescindamos del corazón en este caso. La Ley es que una revolución es un juego de azar, en la que se gana la vida de los vencidos cuando se cree necesario disponer de ella. Haciendo la aplicación de este principio, de una evidencia práctica, la cuestión me parece de fácil resolución. Si usted, general, la aborda así, a sangre fría, la decide; si no, yo habré importunado a usted; habré escrito inútilmente, y lo que es más sensible, habrá usted perdido la ocasión de cortar la primera cabeza de la hidra, y no cortará usted las restantes. Nada queda en la República para un hombre de corazón. "
La nefasta influencia de Del Carril se aprecia en esta carta de Lavalle a Brown: "Desde que emprendí esta obra, tomé la resolución de cortar la cabeza de la hidra, y sólo la carta de Vuestra Excelencia puede haberme hecho trepidar un largo rato por el respeto que me inspira su persona. Yo, mi respetado general, en la posición en que estoy colocado, no debo tener corazón. Vuestra excelencia siente por sí mismo, que los hombres valientes no pueden abrigar sentimientos innobles, y al sacrificar al coronel Dorrego, lo hago en la persuasión de que así lo exigen los intereses de un gran pueblo. Estoy seguro de que a nuestra vista no le quedará a vuestra excelencia la menor duda de que la existencia del coronel Dorrego y la tranquilidad de este país son incompatibles".
EL general Lavalle decide fusilar a Dorrego el 13 de diciembre. El gobernador derrocado se despedía de sus seres queridos: "Mi querida Angelita: En este momento me intiman que dentro de una hora debo morir; ignoro por qué; más la Providencia Divina, en la cual confío en este momento crítico, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mí. De los cien mil pesos de fondos públicos que me adeuda el Estado, sólo recibirás las dos terceras partes; el resto lo dejarás al Estado. Mi vida, educa a esas amables criaturas, sé feliz, ya que no has podido ser en compañía del desgraciado".
A sus dos pequeñas hijas decía: “Querida Angelita: Te acompaño esta sortija para memoria de tu desgraciado padre. Querida Isabel: te devuelvo los tiradores que hiciste a tu infortunado padre”.
Lavalle fusiló a Dorrego y así lo anunció en un Bando: "Participo al Gobierno Delegado que el coronel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden, al frente de los regimientos que componente esta división. La historia juzgará imparcialmente si el coronel Dorrego ha debido morir o no morir, y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él puedo haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público".
En Buenos Aires, las repercusiones de la muerte de Dorrego no se hicieron esperar y el propio grupo que había gestado el golpe de Estado se alejó estratégicamente de Lavalle, quien había sido designado gobernador provisorio, pero aún no había regresado a la capital. En las provincias del interior la situación no era muy distinta.
Finalmente, ante la inminencia de una guerra civil, Lavalle accedió a reunirse con Juan Manuel de Rosas, cuya influencia era cada vez más importante en los círculos federales que asediaban continuamente a las fuerzas de Lavalle. La reunión se produjo en Cañuelas, en junio de 1829; allí Lavalle y Rosas firmaron un pacto por el cual se decidió el cese de las hostilidades, la elección de autoridades para la reinstalación de la Legislatura, que nombraría a un gobernador al que ambos se someterían junto con sus fuerzas. En tanto esto sucedía, Lavalle ejercería el cargo de gobernador provisorio y Rosas el de comandante general de la campaña. El pacto tenía una cláusula secreta, en la cual Rosas y Lavalle se comprometían a conseguir el triunfo de una lista de candidatos a diputados que había sido concebida por Rosas.
Pero los unitarios de Buenos Aires se negaron a suscribir esa lista. La ciudad se vio envuelta nuevamente en un conflicto armado entre federales y unitarios, y Lavalle, sin capacidad de respuesta, anuló las elecciones y firmó un nuevo pacto con Rosas, por el cual Juan José Viamonte fue nombrado gobernador provisorio.
A partir de entonces, la situación de Lavalle en Buenos Aires se volvió insostenible y debió exiliarse en la Banda Oriental. Allí lo encontró la noticia del ascenso de Rosas a la gobernación, como consecuencia de una fuerte campaña de prensa en la cual Don Juan Manuel hablaba de Manuel Dorrego como un mártir de la patria y de Lavalle como un salvaje asesino.
En tanto, el general José María Paz, que encabezaba la oposición unitaria del interior, se consolidaba en la provincia de Córdoba, desde donde lanzó la llamada "Liga del Interior", que pretendía acabar con los caudillos federales de las distintas provincias, aliados de Rosas. Instigado por Salvador María del Carril, Lavalle emprendió entonces una invasión a Entre Ríos desde la Banda Oriental. El objetivo era el avance sobre el litoral para reunirse con Paz, pero fue dos veces derrotado.
En 1839, con el apoyo de los exiliados del régimen rosista, pasó a Entre Ríos y comenzó a avanzar con el objetivo final de derrocar a Rosas. Pero en septiembre de 1840, Rosas logró reunir 17.000 hombres para hacerle frente, por lo cual Lavalle, al mando de apenas 1.100, se retiró a Santa Fe.
La tropa de Lavalle fue constantemente perseguida y su líder fracasó en todos los intentos de reorganizar su maltrecho ejército.
Llegó a Tucumán en 1841, desde donde intentó una vez más avanzar sobre la capital, pero fue derrotado en Famaillá por las fuerzas de Oribe, el caudillo uruguayo apoyado por Juan Manuel de Rosas. La derrota marcó el fin de la llamada "coalición del norte".
Cuando el contingente llegó a Jujuy, el 7 de octubre por la noche, se encontró con que las autoridades habían fugado hacia la quebrada de Humahuaca, dejando acéfalo el gobierno.
El 9 de octubre de 1841, una partida federal dio con la casa donde se encontraba Lavalle y disparó a la puerta. Una de las balas atravesó la cerradura e hirió de muerte a Lavalle. Su cadáver fue conducido hacia la catedral de Potosí, donde fueron depositados sus restos.
En 1858, los restos del General Lavalle fueron trasladados al cementerio de la Recoleta en Buenos Aires, donde descansan actualmente, a metros de la tumba de Dorrego. El general no pudo cumplir con su juramento: "Si algún día volvemos a Buenos Aires, juro sobre mi espada, por mi honor de soldado, que haré un acto de profunda expiación: rodearé de respeto y consideración a la viuda y los huérfanos del Coronel Dorrego".
Fuente: www.elhistoriador.com.ar

Nuestra Señora de la Merced



General Lavalle - Nuestra Señora de la Merced
La Parroquia Nuestra Señora de la Merced de General Lavalle data de 1870, aunque el edificio actual fue inaugurado en 1892 por Máximo Paz, por entonces gobernador de la Provincia de Buenos Aires.
Se ubica frente a la plaza de este apacible pueblo, cuyo puerto llegó a ser de gran importancia, y donde la industria saladera hizo foco con especial fuerza, hoy miles de turistas pasan raudos por su acceso rumbo al Partido de la Costa.

En 1961 CARBAP logró materializar un viejo anhelo que contribuyó a facilitar su
tarea administrativa y a la par afianzar el acercamiento de las cinco confederaciones regionales reunidas en Confederaciones Rurales Argentinas.
Una acertada iniciativa de la tesorería, desempeñada a la sazón por Domingo Fernández López, encontró amplia comprensión de parte de las entidades afiliadas a CARBAP, lo que permitió adquirir la actual sede en la ciudad de Buenos Aires.
Por resolución del Consejo Directivo se designó una comisión integrada por los
señores Horacio Ball, Domingo Fernández López, Federico Lajud, Manuel Ortiz Basualdo, Luis Parrondo y Juan Pontaut y se les encomendó la tarea de seleccionar entre distintas ofertas la más apropiada para los fines propuestos.
La tarea de la comisión llegó a su fin en el momento que puso a la consideración del Consejo Directivo la propuesta de compra de dos pisos de un edificio que se estaba terminando de construir.
Con este motivo se convocó a una asamblea extraordinaria que se llevó a cabo el 24 de julio en la ciudad de La Plata. En dicha Asamblea, se aprobó por unanimidad el boleto puesto a consideración de los asambleístas.
Con entrada por la calle Rivadavia y la emblemáticamente porteña Avenida de Mayo - en la manzana delimitada por esas dos arterias y por San José al este y Santiago del Estero al oeste - el “Edificio Galería Avenida” era en su totalidad propiedad de la empresa “Adan, Martorell y Cía. S.R.L.”, quién había encargado el proyecto y la dirección de la obra a Amalía Zumelzu de Biasutto y Aníbal J. Rocca, siendo la empresa constructora “Oreste Biasutto & Cía.” Los nueve pisos se alzaban sobre el solar que con fecha 29 de septiembre de 1954 le compraran los antedichos “Adan, Martorell y Cía.” a la testamentería de Adela Raffo de Pereyra.
Al finalizar los últimos trabajos de la constructora, la Confederación tomó posesión de las oficinas adquiridas en el tercer y cuarto piso el 4 de diciembre de 1961, pero será el 31 de marzo del año siguiente cuando la sede comience a funcionar, luego de una serie de arreglos realizados para acondicionarla de acuerdo a las necesidades de la entidad.
En esa fecha se hizo entrega a la Sociedad Anónima de Estancias y Propiedades del local que se le alquilaba en la calle Sarmiento 459, donde por tantos años fuera el punto de reunión de los confederados que venían a Buenos Aires.
El 22 de mayo de 1963 se inauguró el Salón de actos, asambleas y conferencias, acto al que adhirió Confederaciones Rurales Argentinas con la creación de la Tribuna Rural Confederada, la que se inició con una disertación a cargo del Ministro de Economía.
En el acto hizo uso de la palabra Mariano Otamendi, destacado dirigente de CARBAP y por entonces Presidente de CRA: “Cuando el horizonte se oscurece por las pasiones que se agitan de uno y otro ámbito; cuando la desorientación parece alimentada por fuerzas oscuras empeñadas en acentuarla; cuando se proclama el renunciamiento que no se practica; cuando pareciera que nadie ha podido librarse de la fiebre de un materialismo sensual y devorador; cuando se exaltan todas las formas de la demagogia corruptora; cuando los hombres se alinean detrás de las banderas que proclaman su miedo a la libertad; cuando todo esto y mucho más está ocurriendo en una tierra que fue elegida para cuna de una sociedad de hombres dignos y libres, hoy en su día más propicio, las Confederaciones levantan una tribuna de esclarecimiento que pretende acercar en forma fraterna e inteligente el campo a la ciudad, por medio del contacto directo de sus hombres más representativos”.
También ocupó la Tribuna Rural Confederada Diego Joaquín Ibarbia para hablar sobre la reforma agraria, y los candidatos presidenciales Emilio Olmos y Arturo Illia, haciendo conocer sus futuras políticas para el sector.
Diez años más tarde, el 11 de noviembre de 1974 Alberto Mihura, en su carácter de presidente de Confederaciones Rurales del Litoral, compró una oficina en el tercer piso a “Adan, Martorell y Cía.”, conservándola hasta el 15 de julio de 1999, fecha en que dicha confederación se la vendió a nuestra entidad, conformándose de este modo las instalaciones que hoy posee la CARBAP.


Publicaciòn "El Ruralista" 30-11-2010 (CARBAP), ver en pag.7 fotografia de 1956, entre otros, del representante de la entonces Asoc. Rural de Gral. Lavalle y Vicepresidente de CARBAP Dr. Josè J. Rodrìguez Ponte.

El peso del pasado Julio Bárbaro

Para LA NACION - Viernes 25 de marzo de 2011
Los individuos y los pueblos necesitan tanto de la memoria para convertir el pasado en sabiduría como del olvido para no ser prisioneros de ninguna obsesión. En nuestro presente, el pasado es más una carga que nos agobia que un capítulo de nuestro camino hacia un mejor futuro. Lástima por los dolorosos resultados de una confrontación que algunos imaginan poder reiterar revirtiendo el resultado.
Si el exilio de Perón en sus 18 años terminó en una democracia con cimientos de estabilidad, los errores que la frustraron parecen ejercer mayor atracción que las virtudes con las que aquel líder se despidió de su pueblo. Parece que no sabemos elegir su último gesto de conciliación en el abrazo con Balbín, sino la dramática expulsión de la plaza de un sector de la juventud y el pensamiento de los expulsados.
La teoría pueril que asignaba a Perón vicios reformistas y ensalzaba a los jóvenes con virtudes revolucionarias no sólo fue parte de la tragedia, sino que en alguna medida integró una concepción suicida que prefería el sacrificio del héroe al sólido camino político del pueblo.
Nadie ignoraba la voluntad y decisión asesina de los sectores de derecha autóctonos; sólo una conducción políticamente insensata suponía estar en condiciones de confrontar militarmente con las Fuerzas Armadas. Debo aclarar que ninguno de nosotros imaginó los límites que la demencia asesina iba a superar en nuestra realidad, pero la famosa y poco analizada "contraofensiva" es un acto suicida que sólo puede montarse sobre una negación psicótica de la realidad.
Era indispensable que con la democracia se consumara el castigo a los culpables, se eliminara para siempre a aquellos sectores cuyo pensamiento y conducta asesinos no podían convivir con una sociedad dispuesta a transitar la libertad y la cordura. Pero si la decidida acción de la Justicia contra los restos de la dictadura era imprescindible, esto no autoriza a que se reivindique el pensamiento ni el accionar del perseguido: las atrocidades del victimario no convierten en válido el pensamiento de la víctima.
Recuperar la visión de los expulsados de la plaza mientras se critica a Perón como si su intento desesperado de consolidar la democracia fuera erróneo es un triste retraso en el camino de la democracia y la pacificación nacional. Porque esto trae aparejada la concepción según la cual los que nos quedamos en la plaza nos equivocamos. Lo que se discutía en aquel tiempo era el ejercicio de la violencia en el seno de la democracia, y quienes la reivindicaban lo hacían en la convicción de que ese camino conducía al poder. La consecuencia primera era, entonces, dejarnos a nosotros en el lugar del reformista para instalarse ellos en el espacio de la revolución.
La elección de la figura de Cámpora marca un primer error. Cuesta entender si Perón lo elige sólo por las limitaciones de la dictadura o si además intenta dejarlo como responsable del gobierno. Pero cuando les otorga a los jóvenes una enorme cuota de poder que incluye más de veinte diputados nacionales, gobernadores y ministros, lo hace con el objetivo de que abandonen la violencia e inicien su experiencia política desde el poder. Fue el último intento de evitar la tragedia.
Cómo olvidar aquellas largas discusiones, por ejemplo, sobre la voluntad de ocupar el Ministerio de Economía, ya que hasta Gelbard, en su concepción, resultaba poco revolucionario. Es que nunca entendieron el proceso de la democracia y el camino hacia el poder: el ala militarista había avanzado demasiado y ejercía la conducción, siempre soñando con la guerra y su triunfo. Cómo olvidar tampoco charlas con algunos de sus jefes, que nos planteaban la necesidad del golpe militar para que el pueblo los acompañara en la guerra popular y prolongada. Es difícil aceptar que aquellos que opinábamos sobre el error y sus consecuencias terminemos cuestionados y que quienes optaron por el camino de la tragedia fuesen los dueños de alguna verdad revelada.
Evita es inentendible al margen de Perón; la lealtad de Cámpora aparece como una virtud excesiva, y sólo una imaginación sin sustento puede verla como alternativa. Así, se deforma el pasado para traer al presente sus desaciertos y olvidar sus verdades. Porque el heroísmo es tan indiscutible como insostenible la escasa razón que lo asistía. En cambio, los votos constituyen un tributo popular a la memoria de Perón, a una epopeya donde fueron ellos los actores de la historia. Es tan respetable que sectores remanentes de la izquierda argentina se integren al Gobierno como carente de sentido que quienes jamás tuvieron peso político ni presencia electoral se acerquen con soberbia a criticar a nuestro líder y se erijan en dueños de un progresismo alternativo.
Brasil, Chile y Uruguay ejercen en política buena parte de aquella sabiduría que Perón trajo en su retorno. Duele sentir que cuando ayer fuimos la avanzada, hoy algunos "imberbes" en edad de jubilarse intenten recuperar fracasos perdidos.
Perón abraza a la guerrilla con la intención de recuperar la democracia y pretende integrarla para evitar males mayores. No supimos entenderlo y ya no nos basta con haber pagado duramente las consecuencias de ese error: intentamos reiterarlo.
El presente es pobre en sus propuestas, la sociedad transita entre el fanatismo de las minorías y la desesperanza de los que no encuentran en quién confiar. Urge recuperar el diálogo porque la confrontación está tan marcada por los excesos como por la pobreza de las ideas en juego.
¿Quién puede restarle validez al compromiso de los jóvenes? Sin embargo, resulta impensable que se dé en el marco del ensalzamiento de Cámpora y de la tergiversación de la figura de Evita.
La dictadura fue nefasta; la guerrilla, heroica, y el pueblo, un personaje ausente de dos minorías que se disputaban la conducción de su destino. La violencia sólo se justificaba para enfrentar a la dictadura y era condenable en democracia, la misma democracia que fue un acierto tanto ayer como hoy. Dividir a la sociedad con criterios maniqueos no implica hacer justicia, sino encontrar enemigos para justificar las limitaciones de nuestro propio pensamiento. Conducir, decía el general, implica poner voluntades en paralelo, y cuando en su célebre frase cambió "peronista" por "argentino" estaba dando por concluida la etapa de la confrontación.
Asumir los aciertos y superar los errores de nuestra historia es una necesidad. Es tiempo de que el dolor de aquel sangriento golpe de Estado se convierta en sabiduría y experiencia de la democracia actual.
© La Nacion

El deber de cuidar la Democracia

Los abajo firmantes Representantes de Bloques Parlamentarios y de ambas Cámaras y Candidatos presidenciales de fuerzas políticas diversas nos imponemos como deber cuidar la Democracia.
La libertad de expresión, la independencia del poder judicial y el efectivo
cumplimiento de sus fallos se nos impone por encima de nuestros programas de
gobierno, de nuestras coincidencias y de nuestras disidencias. Forma parte de un
acuerdo pétreo, inamovible que debe respetarse gobierne quien gobierne la
República.
No son cuestiones opinables. La Constitución, de acuerdo a su propia definición
en el artículo 36, mantiene su imperio siempre. No hay fuerza, ni derecho
evocado que pueda poner en duda la supremacía constitucional.
La Democracia argentina debe ser cuidada y protegida de acciones de
intolerancia, de persecuciones, de señalamientos, escraches o cualquier intento
de discrecionalidad en el uso de los recursos que el mismo Estado posee. Los
límites del Estado los define la Constitución, no el poder gobernante.
Debemos unir fuerzas diversas en un único eje: no aceptar en silencio la
persecución, el uso indiscriminado del poder, o la utilización de organismos del
Estado utilizados fuera de su finalidad. Los medios de comunicación, las
empresas, los trabajadores, las consultoras privadas que miden la inflación o
cualquier ciudadano no deben ser penalizado por sus ideas o por el desarrollo de
actividades licitas que el gobierno considera inconvenientes para sus intereses.
Los abajo firmantes nos comprometemos a convivir en el respeto, la aceptación de la diferencia, la tolerancia democrática, la amistad cívica y el cumplimiento
irrestricto de las garantías públicas y privadas que están expresadas en nuestra
Constitución Nacional. Cuidar la Democracia es el imperativo de esta hora y lo
vamos a hacer.

Firmantes:

Unión Cívica Radical Ricardo Alfonsín;
Ernesto Sanz;
Ángel Rozas;
Ricardo Gil Lavedra;
Gerardo Morales;
Oscar Aguad;
Silvana Giudici

Peronismo Federal : Eduardo Duhalde;
Felipe Solá;
Francisco De Narváez;
Gustavo Ferrari

Coalición Cívica Elisa Carrió;
Patricia Bullrich;
Alfonso Prat Gay

PRO Mauricio Macri;
Federico Pinedo





Repercusión en los medios
Un documento y la esperanza de un acuerdo:
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-165417-2011-04-02.html
Fuerte mensaje de la oposición: "Cuidar la democracia es un imperativo de
esta hora":
http://www.tn.com.ar/politica/138271/fuerte-mensaje-de-la-oposicion-cuidar-l
a-democracia-es-un-imperativo-de-esta-hora
Un duro documento opositor advierte: "Cuidar la democracia":
http://www.clarin.com/politica/elecciones/documento-opositor-advierte-Cuidar
-democracia_0_455354569.html
Un sector de la oposición adhirió a un documento para "cuidar la democracia":
http://ambito.com/noticia.asp?id=575748
LÍDERES DE LA OPOSICIÓN ACUERDAN:
http://www.adnciudad.com/index.php?option=com_content&task=view&id=13568&Ite
mid=29
El documento opositor: "El deber de cuidar la democracia":
http://www.ncn.com.ar/08/noticiad.php?n=10339&sec=1&ssec=&s=noticiad
Candidatos a presidentes de la oposición acordaron "cuidar la democracia":
http://www.diariochaco.com.ar/noticia.php?numero=93316

NUESTRA ECONOMÍA "FEUDAL" DE MERCADO. Gabriel Vénica

En su versión medioeval la esencia del "modelo" o sistema feudal reside en la
"alianza de vasallaje": pacto mediante el cual una persona -el vasallo (palabra
de origen gaélico que significa sirviente)-, se somete a otra -su Señor-, quien
le brinda protección y le reconoce un "beneficio" (más tarde llamado "feudo") a cambio de lealtad y contribuciones.
Toda la sociedad participa de este sistema de servidumbre. El siervo de la
gleba (tierra) jura lealtad y trabajaba para su Señor; su Señor hace lo mismo
con un Barón, el Barón con un Vizconde, el Vizconde con un Conde, el Conde con un Marques y el Marques con el Rey.
En Argentina la palabra feudalismo no es una metáfora. El empleado se debe a su gremio, el desempleado a sus punteros, los punteros a sus intendentes, los intendentes a los gobernadores y los gobernadores al poder central. En el más alejado de los pueblitos del noroeste, en el Gran Buenos Aires y en Puerto Madero. Sin esta "alianza de vasallaje" el puntero no cuenta con recursos; el Intendente no recibe la partida, el Gobernador encuentra dificultades para la obra pública. Sin este pacto de servidumbre nadie resulta "investido" para integrar una lista, la "protección" es retirada, el "beneficio" (feudo) no es concedido. La Argentina Política entera está sometida a este nefasto régimen, no republicano, antifederal y anticonstitucional donde legisladores, Intendentes y Gobernadores se deben más al Señor que los ha investido y los protege, que a sus pueblos a quienes arrastran al infantilismo cívico y económico.
El modelo político se replica en lo económico. El contrato, la licencia, el
permiso para importar o exportar (roe), la protección arancelaria, la inspección de la AFIP, el trato o el destrato, dependen de cuanto se cumpla con las reglas no escritas de esta alianza, que opera por medio de contactos, cámaras, gremios, acuerdos, influencias, urgencias y necesidades.
Lo paradójico es que esta "regresión al oscurantismo medioeval en nuestras
relaciones políticas y económicas" es ofrecido como una receta progresista y
superadora, por supuestas elites intelectuales, dignos émulos de los antiguos
teólogos; quienes antes defendían el origen divino del poder de los reyes a
hacer lo que se les plazca y hoy defienden el derecho de la clase gobernante o del poder ejecutivo a un dirigismo económico discrecional que hace tabla rasa con instituciones civilizadas de relación y producción.
El sistema Republicano y Federal de hombres libres y Provincias Autónomas que imaginó Alberdi y que fuera plasmado en la Constitución del 53, donde los derechos individuales eran inalienables, las Provincias conservaban todo el poder que no había sido expresamente delegado, ha sido degradado a un estatismo feudal, donde los beneficios son "enderezados" por la clase política en función de la lealtad del "siervo".
Afortunadamente un aire de libertad y rebelión al sistema aparece en los
últimos años. Reclamos por mayor libertad sindical, empresarios que repudian el obsecuente accionar de sus Cámaras siempre oficialistas (ADE), productores agropecuarios que de manera casi unánime reniegan ser sometidos a un sistema de servidumbre alimentado por juntas, subsidios, permisos (roes), protecciones, burocracia y funcionarios que deciden cuando, como, quien sí y quién no.
Reiterando la gesta de los fantásticos burgueses que en la alta Edad Media
decidieron romper con el sistema feudal, alejándose del castillo y reuniéndose
sin "Señores" a la vera de los ríos fundando ciudades (burgos) para producir y
comerciar sin "alianzas de vasallaje", sin "contratos de servidumbre", como
corresponde a hombres libres, estos nuevos burgueses agropecuarios solo reclaman libertad para trabajar y producir, derecho a asociarse y ejercer toda industria licita, eliminación de impuestos discriminatorios y confiscatorios y el fin de los señoríos y derechos de príncipes (en definitiva igualdad ante la ley), como prescribe la Constitución Nacional.
Como en aquella época algunos defienden el sistema feudal desde los
púlpitos(esta vez mediáticos) y otros intentan asustar al vulgo y se ofrecen
como "caballeros protectores" para defender a los débiles y desamparados
(considerados inferiores e indignos de su clase).
Como en aquella época la libertad vencerá.

Gabriel Vénica
11 15 6694 8893

EL SISTEMA LLAMADO "PROTECTOR" O " PROTECCIONISTA", ES LA PROTECCIÓN DADA A LA ESTUPIDEZ Y A LA PEREZA. EL MAS TORPE DE LOS PRIVILEGIOS" J.B. Alberdi (Padre de a Constitución Nacional)

La estupidez argentina Jorge Fernandez Diaz

LA NACION - Domingo 17 de abril de 2011
Mis amigos se dividen, casi a partes iguales, entre adoradores y adoratrices del kirchnerismo y abominadores activos del Gobierno. Pedirles a los primeros que hagan alguna autocrítica y a los segundos que reconozcan ciertos méritos es como juntar agua con un colador o jugar a la ruleta rusa. La otra noche, con ánimo masoquista, pregunté en una rueda de antikirchneristas (algunos famosos) si eran capaces de mencionarme una medida política que les resultara elogiable. Una sola. Una por cabeza. No era una prueba tan difícil para un grupo de personas tan lúcidas. Sin embargo, para mi asombro no surgía una sola medida limpia e incuestionable que no fuera la conformación de una nueva y creíble Corte Suprema de Justicia.
Les dije que, más allá de ese lugar común, no era serio pensar que un gobierno exitoso careciera de alguna cualidad. Y para ayudarlos, les fui punteando algunos temas de los que se ufana el oficialismo. Por cada reivindicación, había un pero. El crecimiento no está denunciando un acertado manejo de la economía sino simplemente una deriva del viento de cola. El impulso del consumo no es sino la evidencia de que la inflación terminará explotando. La asignación universal por hijo es una decisión demagógica y sesgada que deja a muchos afuera y que acentúa el clientelismo. La fuerte inversión en investigación científica, en universidades, en cultura y en la industria del cine y la televisión resulta marketinera, discrecional y deja una vez más en evidencia la infinita hinchazón del gasto público. La política de derechos humanos les parece una mera venganza judicial y una estrategia de seducción a los progresistas. Los últimos señalamientos sobre corrupción policial, la negativa lisa y llana a castigar a los delincuentes.
En café de kirchneristas, previsiblemente el relato se invierte, y cuando yo los acuso de usar la ley de medios para neutralizar o directamente acallar voces, cuando les pido que repudien públicamente los actos de corrupción y de hostigamiento, cuando les imploro que no sean cómplices de la burocracia sindical, cuando les critico que acepten asociarse con lo peor de la política, cuando les señalo que se llenan la boca con su lucha contra las corporaciones y están abrazados a la corporación más poderosa de la Argentina (el aparato peronista), cuando les reclamo que piensen seriamente si no están perdiendo oportunidades económicas extraordinarias apegados a un modelo feudal de estatismo provinciano. Cuando les hago todos estos planteos recibo únicamente el cariñoso mote de "gorila", con que yo a veces los he obsequiado a ellos en mi juventud. Puesto que ahora -para mi gran sorpresa- todos son peronistas, aunque algunos hacen la salvedad de que el kirchnerismo es la etapa superior del peronismo.
En ese contexto bélico cunde, naturalmente, una cierta deshonestidad intelectual que permite hacer políticas de prontuario con doble estándar: escrachar con el archivo a los enemigos que tienen una mancha real o ficticia, y perdonar a los amigos que están llenos de lamparones. Acusar con el adjetivo "neoliberal" a los rivales y esconder que está lleno de neoliberales arrepentidos el proyecto nacional y popular. En el campamento de los antikirchneristas ocurren injusticias similares: todo militante del oficialismo lo es porque recibe dinero del Estado, cualquier decisión gubernamental significa el Apocalipsis y todo crítico del Gobierno es bienvenido, aunque se trate de un dirigente de la derecha autoritaria o de un delirante ultraizquierdista.
El modelo estratégico que Néstor Kirchner llevó a cabo se articula con la reformulación teórica del populismo que hicieron algunos intelectuales modernos. Según esas flamantes teorías, hay que cortar a la sociedad en dos. Y hacerlo profundamente para que de un lado quede la patria y del otro sus presuntos enemigos. Lo curioso es que después de tantos insultos y divisiones, hay mucha gente entusiasmada y con ganas de combatirse, lastimarse y despreciarse en ambas veredas. Una guerra gozosa que llevan adelante, siempre con las mejores intenciones, argentinos enrolados en posiciones irreconciliables. Una guerra santa. Y como dice el refrán español: en la guerra no hay misas. Es decir, no hay tregua para la reflexión.
Quienes no aceptamos los blancos y negros, y nos parece que anatematizar al Gobierno y a la oposición sin tomar lo mejor de unos y otros, insulta verdaderamente la inteligencia. Quienes aceptando las fisuras tratamos incluso de coser algunas partes para que la herida expuesta entre los dos países no sea tan maniqueísta ni irreductible. Quienes no queremos que triunfe la lógica patria-antipatria y resistimos la idea de que para terminar con el canibalismo no hay que comerse al caníbal. Quienes, en fin, queremos que nos dejen pensar, nos hemos convertido en peligrosos enemigos del Estado y también de sus místicos antagonistas. Tibios que vomitará Dios. Idiotas útiles del poder o de la oposición, según convenga a ambos lados de la estupidez humana. Que es tan argentina.
jdiaz@lanacion.com.ar

“¿Donde están los recursos humanos maravillosos?”

Radiografia del Argentino
Asunto: Una radiografía que duele y que por supuesto crea polémica
El autor de este trabajo derriba mitos de la Argentina.
Datos precisos provenientes de entidades internacionales de prestigio, fueron tomados para la confección de este estudio

por Diego Wartjes * “Una de las razones por las cuales no logramos despegar como nación es porque, contrario a la creencia popular, el argentino es un pueblo poco talentoso. Para comprobarlo, basta con un análisis más científico y menos mitológico.

Para empezar, hay que tener en claro que el alto o bajo nivel de la política y la economía de una nación es consecuencia de algo previo y más fundamental: el nivel mental y cultural de su gente. Porque política y economía son productos de la mente, de una cultura e idiosincrasia que es diferente según la sociedad que se trate. En otras palabras: no es lo mismo la política y la economía en manos noruegas y canadienses que en manos argentinas.

Latinoamérica y Africa son los dos continentes que albergan las naciones más atrasadas de la humanidad. Y los argentinos estamos mal rankeados incluso con respecto a varias de ellas, lo que fue corroborado por la última evaluación de la Unesco, donde quedamos superados por uruguayos, costaricenses, cubanos, chilenos y mexicanos.

En lectura, los chicos de tercer grado quedaron en séptimo lugar y los de sexto grado, en el octavo en Latinoamérica. Es que jamás se ha dicho a nivel internacional que el argentino sea ‘uno de los pueblos talentosos del mundo’. A lo largo de la era moderna este título le ha correspondido, justificadamente, al pueblo francés, al alemán, al judío, al inglés, al estadounidense y, a partir de los años setenta del siglo XX, al japonés.

El talento se mide científicamente, hay índices para ello, por ejemplo, la cantidad de patentes registradas, adelantos producidos por las empresas de un país, el puesto de sus universidades en los rankings del London Times y la Universidad Jiao Tong, los índices de poder adquisitivo y pobreza de las Naciones Unidas, el ranking Anholt-GFK Roper de Marca País, el grado de facilidad para abrir empresas según el Doing Business del Banco Mundial y la Heritage Foundation, el riesgo país según Standard & Poor`s, los índices de competitividad del Foro Económico Mundial, el de libertad de prensa y derechos políticos de Freedom House, el grado de valores según la World Values Survey Association y el de corrupción de Transparency International.

El lugar que ocupa Argentina en estos rankings es mediocre cuando no lastimoso (no sabemos quiénes somos hasta que nos comparamos con otros). A estos índices cabe comparar la cantidad de Premios Nobel. Inglaterra cuenta con, aproximadamente, 80 Nobel, Alemania con 70, Francia 32 y Estados Unidos con 314 (fuente: nobelprize.org.official website; estos números no incluyen los premios Nobel de paz y literatura por su alto grado de politicismo, solo los de ciencias puras).

Los judíos, a pesar de no exceder del 0,5% de la población mundial, han ganado 29 premios de 1901 a 1950 y 96 premios de 1950 a 2000[1]. Hungría cuenta con dieciséis premios y Polonia con catorce mientras que Argentina tiene solamente cinco de los cuales dos son de Paz (políticos); sin embargo, nótese que no hay húngaros ni polacos exclamando por ahí que son un ‘pueblo con recursos humanos maravillosos’.

Tampoco es verdad que los ‘profesionales argentinos sean excelentes’; la ‘fuga de cerebros’ es un mito. Como dijo una científica argentina ‘para hacer ciencia o trabajar en laboratorios de Estados Unidos y de Europa, el camino más corto es estudiar en sus claustros. En ellos, los extranjeros que dominan son los de origen asiático, que son súper exigentes y competitivos y llegan en números masivos’[2]. Los mejores en el exterior no son, pues, ni argentinos ni latinoamericanos sino asiáticos. Borges tenía en claro que el hombre medio argentino no era talentoso; por el contrario, en su Nota sobre los argentinos le critica su ‘penuria imaginativa’. Y esto no es una novedad, ni algo reciente producto de ‘la decadencia’.

Ya Einstein que visitó nuestro país en 1925 se decepcionó de las preguntas que algunos físicos y astrónomos argentinos le hicieron. En su diario de viaje escribió: ‘Me hicieron preguntas científicas muy tontas, de forma que era difícil permanecer serio’[3]. En opinión similar, el dramaturgo español Jacinto Benavente dijo en 1922 que la única palabra que se forma con argentinos es ‘ignorantes’. La creencia de los ‘recursos humanos maravillosos’ ha generado otra muy soberbia: que es un ‘misterio inexplicable’ porque no prosperamos.

En efecto, muchos creen que aquí sucede algo especial, mágico, secreto o conspirativo, que hace que las soluciones que aplicaron otras sociedades no sirvan aquí por el grado de complejidad de los problemas argentinos, que lo que sucede aquí sería diferente a lo que ocurre en los demás países subdesarrollados.

El Premio Nobel F.A. Hayek habría dicho que las economías más difíciles de entender son la japonesa y la argentina pero a decir verdad, el sistema perverso de las reglas de juego de nuestra economía se comprende en menos de cinco minutos. Si los argentinos no saben controlar la inflación o la delincuencia es porque simplemente les falta talento y no porque les sobra. Ya lo dijo Guy Sorman ‘Si eres un economista, Argentina no es un enigma’[4].

¿Cómo puede ser entonces que un pueblo con estos mediocres indicadores internacionales –sexto en educación en Latinoamérica– se haya forjado una visión tan equivocada y magna de sí mismo?, ¿en que la fundamenta? Me parece que tres son las razones. La primera es que descendemos, mayoritariamente, de italianos y heredamos de ellos su narcisismo y pasión por las apariencias. En Los italianos, Luigi Barzini dice que ‘Los italianos aman su propia actuación, su propia exhibición... prefieren vivir... en su ambiguo mundo de apariencias, entre reproducciones de papier maché de la realidad (...) En determinado momento, la búsqueda de una segunda realidad en todo lo italiano se convierte en un juego (...) ¿Hasta qué punto el señor A, el célebre político...es un verdadero estadista? ¿En qué medida es el señor B un gran novelista, el señor C un gran actor, el señor D un gran director cinematográfico, el señor E un gran poeta? (...)

Unos pocos, quizá no sean más que impostores inteligentes (...) Un italiano considera un deber cultivar tales ilusiones en los demás seres humanos, pero, sobre todo, lo considera un deber con respecto a sí mismo’. Nótese la descripción ególatra de Barzini sobre sus compatriotas: ‘Los italianos les descubrieron América a los americanos; les enseñaron la poesía, la política y las artimañas del comercio a los ingleses; la ciencia militar a los alemanes; la cocina a los franceses; la representación y la danza del ballet a los rusos; y música a todo el mundo’. Al igual que los argentinos, los italianos también se creen únicos y originales; sin embargo, Italia es uno de los países más problemáticos de Europa Occidental (en especial el Sur).

Es que el argentino interpreta su lugar en el mundo a partir de su fisonomía europea –su tez blanca, a veces rubio y de ojos claros– y Buenos Aires, con su arquitectura europea, no se parece en nada al resto de las ciudades latinoamericanas. Pero no advierte que el europeísmo de su capital se debe a que no fue construida por argentinos sino por inmigrantes europeos (en 1914, la población era de unos 7.900.000 de los cuales, aproximadamente, la mitad eran extranjeros).

Vivimos, pues, en una ciudad pensada y construida por una cultura superior, la europea, pero el argentino no es un pueblo de cultura superior, solo cree que lo es.

La segunda razón es la falacia de la generalización indebida, un tema de la Lógica: se toman de ejemplo veinte profesionales que se destacaron en el extranjero y se generaliza diciendo ‘a todos los profesionales argentinos les va bien en el exterior’, una expresión que más que describir la realidad, la redondea. Una cosa es que haya algunos individuos talentosos, que los hay aquí, pero también en Rusia, India, Perú, México, Polonia y Turquía y otra muy distinta que seamos un ‘pueblo talentoso’. Además, ¿de qué sirven el talento de unos pocos si no hay capacidad de comprensión en el resto de la sociedad para cosas elementales? India y Rusia han producido excelentes matemáticos, científicos, analistas de sistemas, bailarines, atletas olímpicos, escritores y músicos; no obstante, no dejan de ser sociedades subdesarrolladas con todo lo que esto implica.

La tercera es que el talento es un concepto sistémico y no una carrera de obstáculos. La nación y sus problemas requieren soluciones sistémicas, no individualistas, carismáticas, ni personalistas. Empero, el argentino promedio cree que talento es ingeniárselas para esquivar los obstáculos que a diario le imponen las perversas reglas de juego de la economía y la política argentina, cuando en verdad es a la inversa: talento es crear un sistema de reglas eficaces, claras, justas y previsibles de manera tal que no haga falta hacer constantes piruetas para sobrevivir.

Se sorprende entonces cuando los nórdicos, alemanes o japoneses que trabajan aquí no entienden nuestras necedades y concluye que ‘ellos no son tan rápidos como nosotros’. Estas creencias revelan que una parte de nuestro pueblo aún está detenido en el pensamiento mágico, es decir, aún no ha desarrollado una mirada científica sobre su realidad: el argentino promedio tiene pues, grave dificultad para distinguir las creencias de la realidad. Las creencias, dice Julián Marías, son interpretaciones de la realidad, son su apariencia, pero no son la realidad. Las creencias que albergamos no las hemos pensado nosotros sino la sociedad, nos fueron transmitidas en el hogar, en la escuela, la universidad, el trabajo, mediante la televisión, los diarios y la opinión pública local.

Los hombres no captamos pues, la realidad tal como ella es sino que la vemos a través de un sistema de creencias heredado, de ahí que podemos decir que, en rigor, somos ‘pensados por otros’.
Es evidente entonces, a pesar de lo que nos espetaron Einstein y Benavente, que de generación en generación, los argentinos nos hemos estado repitiendo unos a otros, estas creencias delirantes que terminamos por tomarlas como nuestra realidad. Cuando Ortega visitó Argentina (1929) se dio cuenta de este contagio sociológico y pronunció su famoso consejo: ‘¡Argentinos, a las cosas, a las cosas!’ que se fundamenta en el lema de la filosofía de Husserl, Zu den Sachen selbst! ‘¡a las cosas mismas!’ y significa: argentinos, miren la realidad tal cual ella es y se les presenta en vez de negarla, encubrirla o interpretarla a través de sus creencias; descríbanla objetivamente en vez de explicarla subjetivamente (la descripción es el método de Husserl).

Por eso, el Libro Negro del Psicoanálisis, publicado hace poco en París, sostiene que Argentina y Francia son los dos países ‘más freudianos del mundo, están ciegos’; o sea, ciegos para ver la realidad en su desnudez.

Ahora bien, ¿es tan negativo que no seamos uno de los pueblos talentosos del mundo? En verdad no, pues los talentosos, en cualquier área de la vida, son siempre una minoría. De un total de, aproximadamente, más de 200 naciones, solo alrededor de 25 se pueden considerar talentosas, las que son desarrolladas, (el resto son subdesarrolladas). El problema con el argentino no es pues, que no sea un pueblo creativo y hacedor: no, para nada; el problema serio ‘es que no lo sabe’ (Hernán Fernández Romero).

Cualquier argentino promedio acordará que su sociedad es corrupta pero difícilmente admita que a su pueblo le falte talento. Y esta es una de las razones por las cuales el cambio va a ser mucho más difícil aquí que en otros pueblos latinoamericanos de carácter más humilde. ¿Porqué prospera el pueblo chileno, sea con las derechas o las izquierdas? Porque al partir de un ‘complejo de inferioridad’ –con respeto–, tuvo que mirar hacia arriba; seguir el ejemplo de los que triunfaron, en suma, imitar los sistemas de ideas políticas, económicas y valores de sociedades verdaderamente talentosas, como la noruega o la neozelandesa.

Ortega con sus dotes de ‘psicólogo’, se da cuenta que este es nuestro ‘talón de Aquiles’, el defecto que nos impedirá convertirnos en una nación próspera y desarrollada. De ahí sus palabras de El hombre a la defensiva (1929), genial ensayo sobre el narcisismo del argentino: ‘...Si de puro mirar el proyecto de nosotros mismos olvidamos que aún no lo hemos cumplido, acabaremos por creernos ya en perfección. Y lo peor de esto no es el error que significa, sino que impide nuestro efectivo progreso, ya que no hay manera más cierta de no mejorar que creerse óptimo...’. La sobre valoración a que ha conducido nuestra soberbia va hacer, pues, que el afán por volvernos una sociedad mejor, sea una instalación mucho más difícil de alcanzar a los argentinos que al resto de los latinoamericanos.

Psicológicamente quien se cree superior, quien carece de autocrítica y suponga que nada tiene que aprender de otro es, precisamente por esta actitud, una clase de sociedad sin porvenir; por el contrario, quien reconoce su mediocridad ya ha dado el primer paso para superarse. En última instancia, el problema radical de los argentinos no es lo que nos pasa, ni lo que otros nos hicieron sino el no reconocer lo que somos”.

* DIEGO WARTJES - Autor de “Sálvese Quien Pueda. Patología de la Sociedad Argentina”.

[1] www.jinfo.com http://www.jinfo.com/> . y Charles Murray, Human Accomplishments.
[2] Revista Viva del 8-10-2006 ‘Volver a apostar’.
[3] Imágenes de Einstein, de Miguel Asúa y Diego Hurtado de Mendoza, Eudeba, 2006.
[4] Perfil, 4-11-2007
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Pueblos Unidos por la Historia

Nuestros pueblos bonaerenses, no solo están unidos por rutas y caminos. Tienen una historia en común, que nos define como bonaerenses, muchas veces con más ganas de ser porteños que provincianos. Pero ello, es justamente una consecuencia del desconocimiento de la historia en común que tenemos.
Y en esta historia, juegan un papel importante la vaca, pero también el trigo, los malones y los hombres que jalonaron con sus huesos y regaron con su sangre, las tierras de los que después serían caminos.
Aquellas rastrilladas del indio, fueron recorridas por los primeros valientes que se atrevieron a adentrarse en el “desierto”, plantando fortines que luego fueron pueblos y asegurando las rastrilladas que luego fueron caminos y hasta vías férreas que unieron a esos pueblos.
Un papel preponderante en esta gesta, lo tuvieron los grandes olvidados de la gesta histórica bonaerense Los Blandengues, cuerpo de soldados de frontera, gauchos que con sus familias iban a poblar los nuevos fortines-poblados, defendiendo la tierra y su pago, la “patria chica” y sus familias, ayudando a su vez, a la creación de nuevos pueblos.
Después de la creación del cuerpo de Blandengues en 1752, se construyó una línea de fuertes, fortines y guardias, sirviendo muchas de ellas de origen de nuevos pueblos de la Provincia de Buenos Aires y sus primeros pobladores fueron, sin duda los Blandengues y sus familias: Guardia del Luján (hoy Mercedes), Guardia del Salto (hoy Salto), Guardia de Samborombón (hoy Magdalena), Guardia de San Miguel del Monte ( hoy Monte), Fuerte de Nuestra Señora del Pilar de los Ranchos ( hoy Ranchos), Guardia del Juncal (hoy Gobernador Udaondo) Fortín de Nuestra Señora de la Mercedes y Fortín de San Lorenzo en Navarro( hoy Navarro), Fuerte de San Juan Bautista, en Chascomús (hoy Chascomús), Fortín San Pedro de Lobos (hoy Lobos) y Guardia de San Francisco en Rojas (hoy Rojas).
REGIMIENTO DE BLANDENGUES DE LA FRONTERA DE BUENOS AYRES
Creado en 1752, con la finalidad de proteger la línea de fronteras contra el indígena, a la vez que poblarla. Se inició con tres compañías: “Valerosa” (Mercedes) , “Invencible” (Salto) y “Atrevidos” para la Laguna de los Lobos, situada luego en el Zanjón (pago de Magdalena) , posteriormente llamada “Conquistadora”.
Su uniforme consistía en casaca corta color azul, con collarín o sobrecuello rojo, solapas y vueltas del mismo color, chupetín y calzón rojo. Adornaban la casaca, botones blancos. Debían usar sombrero redondo con cinta encarnada cosida en la copa y escarapela. En invierno usaban poncho y en verano chupa y calzón de color blanco. El armamento se redujo a un caballo, fundamental por la especialidad del servicio, que debían comprar, mantener y renovar de su propio sueldo, recado de montar; y una lanza de tres varas de largo. Junto con la lanza cargaron espada o sable, complemento aconsejable par la lucha cuerpo a cuerpo, y común a todas las armas montadas; algunas carabinas y muy pocas pistolas.
En 1753/56. Participaron en las fuerzas combinadas de España y Portugal que combaten contra los guaraníes de las siete misiones de la margen oriental del Río Uruguay.
En 1780, por disposición del Virrey Vértiz, se modifica la estructura del cuerpo que queda compuesto por 6 compañías de 100 hombres cada una y su jefe, para a ser el Comandante de Fronteras.
En 1784, el cuerpo de Blandengues recibe una distinción oficial única en aquel momento para un cuerpo criollo; son reconocidos como Cuerpo Veterano, es decir equiparado a las tropas reales peninsulares tanto en su organización como en sus remuneraciones y fuero militar.
Participó en distintas expediciones a las Salinas Grandes y en otras punitivas contra los aborígenes.
En 1801 participó en las campañas contra los Portugueses en la Banda Oriental (hoy Uruguay)
En 1806 y 1807 participó en la Reconquista de Buenos Aires, Defensa de Montevideo y Defensa de Buenos Aires contra la invasión de los británicos. También tuvieron su página heroica en la guerra de la Independencia española contra los invasores franceses comandados por Napoleón. (1808/1812)
Luego de la Revolución de Mayo de 1810, el regimiento se unió con los restos del fijo de Dragones y pasó a denominarse “Caballería de la Patria” participando en las expediciones de Belgrano al Paraguay y de Balcarce al Alto Perú.
Participó como regimiento 6 de caballería de línea, en diversas campañas contra los indígenas y en la expedición al desierto en 1833 y la expedición al desierto de Roca en 1879..
Actualmente es Regimiento 6 de caballería Escuela “Blandengues” con asiento en la ciudad de Concordia (E. Ríos)
Autor: Julio Ruiz http://www.concienciarural.com.ar/articulos/historia/pueblos-unidos-por-la-historia/art48.aspx

HISTORIA DEL PARTIDO DE GRAL. LAVALLE

Para comenzar la historia del Partido es necesario remontarnos al siglo XVI y a lo que era en ése momento el Continente Americano. Dicho Continente estaba dividido en varios Virreynatos; el de Nueva Castilla, que abarca la zona del Perú, gobernado por Francisco Pizarro, el de Nueva Toledo gobernado por Diego de Almagro y el del Río de la Plata gobernado por Pedro de Mendoza, que abarca también Paraguay y Uruguay, en este último la Provincia de Nueva León dividía a la actual Provincia de Buenos Aires por la mitad y se extendía hasta el estrecho de Magallanes.
En el año 1534 Carlos V, Rey de España, otorga a Sebastián de Alcanzaba una cédula Real que le permite la explotación de la citada Provincia, dicha expedición no se llega a organizar y más adelante, también por cédula Real autoriza a Gutiérrez Vargas de Carbajal a intentar una nueva expedición, luego nombrado Obispo de Placencia encomienda la exploración del continente a Rivera quien parte de España en el 1539 del Puerto de Sevilla con cuatro naves y comienza a explorar lo que resta sin conocer del Continente. Fracasa al sur de la Patagonia. En el año 1581 Felipe II por una cédula Real autoriza a Sarmiento de Gamboa a partir con una expedición compuesta por 23 navíos y 5000 tripulantes desde España. Esta termina con 30 hombres en el sur, aniquilada por los indios.
En el año 1580 Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias) oriundo de Paraguay y pariente de Juan de Garay, organiza una expedición terrestre que parte de Asunción y llega a la zona de Tandil. Acompañan a Hernandarias indios guaraníes evangelizados que dieron el nombre de "TUYÚ" a esta región donde hoy habitamos, que en idioma guaraní significa "lodo" o "barro blanco".
Este territorio comienza a ser llamado por los españoles "El rincón del Tuyú"
Durante principios del siglo XIX, la región posfronteriza del río Salado era conocida como Región del Tuyú, ya que todas las referencias a la zona la denominaban de esa forma.
El padre Tomás Falkner visitó la zona en 1750 y en sus relatos decía que: “esta franja campera y marítima, es tradicionalmente conocida como Rincón del Tuyú” También dice el religioso en su diario de viajes: “Este pequeño territorio se llama de los españoles, el Rincón del Tuyú, porque el país inmediato tiene este nombre en más de cuarenta leguas al occidente. Tuyú, en lengua indígena significa barro, que es el suelo de aquel país”.

La denominación de Tuyú es muy anterior a la de “Ajó”, ya que a la modificación del nombre del Partido de Ajó por el de General Lavalle se aclara: “Ajó, fue antiguamente el Rincón del Tuyú”.

Como Tuyú era un territorio sumamente extenso, cuyos límites exactos se perdían antiguamente al contacto de tierras que se hallaban en poder del indio, no embargo por la información del padre Falkner, que existía el Rincón del Tuyú, expresamente determinado, en el sitio donde se encuentra General Lavalle ahora y se extendía sesenta leguas hacia el poniente, o sea, más allá del Azul con esa misma denominación, Tuyú.
Desde el campo literario también se deja constancia que esta zona era conocida como Tuyú, ya que Bartolomé Mitre, Hilario Ascasubi y Rafael Obligado han de nombrar estas tierras con ese nombre al referirse al payador Santos Vega, de quien se dice estar enterrado en el Monte de Las Tijeras.

También Ricardo Güiraldes habla del Partido del Tuyú en su obra Don Segundo Sombra cuando dice: “Llevados por nuestro oficio, habíamos corrido gran parte de la provincia. Ranchos, Matanzas, Pergamino, Rojas, Baradero, Lobos, el Azul, Las Flores, Chascomús, Dolores, el Tuyú, Tapalqué y muchos otros partidos”.

Por todo lo antes citado y para devolverle a la región el anclaje con sus raíces y por ser este la nombre histórico que tuvieron esas playas, se propone el cambio de denominación al Partido de La Costa por el de Partido de Tuyú.
Lo que sobra del Continente ...
El descubrimiento del continente americano había impulsado a los Reyes de España al envío de expediciones marítimas, que tenían como meta la conquista de nuevas tierras, con la esperanza de hallar nuevas riquezas que recompusieran la alicaída economía hispana.Cuando los primeros conquistadores abandonaron la empresa de establecer una población en 1536, los caballos, yeguas y vacas que habían ingresado al país con ellos se reprodujeron durante los siglos XVI y XVII, poblando las pampas. Se denominaba a la zona sur del país comprendida entre la Bahía de Samborombón hasta la Bahía de Chanco en el pacifico: "Provincia de León" o "Gobernación del Estrecho".
En el año 1580, Juan de Garay funda por segunda vez Buenos aires. Luego en el año 1581 el mismo adelantado emprende una expedición para explorar la región comprendida entre la actual zona Capital de la Provincia y lo que hoy es Mar del Plata. Esta zona era habitada por gran cantidad de indios, no en la costa, sino tierra adentro. Fue Juan de Garay el primero que hace mención a nuestras tierras: Es muy galana la costa ...
De acuerdo a los informes que enviaba en sus cartas, los equinos traídos por Don Pedro de Mendoza se habían multiplicado y estaban al servicio del aborigen como valioso auxiliar en sus correrías. Uno de los lamentados y más grandes genocidios de nuestra historia se produce a raíz de la falta de ganado cimarrón que llevó a los indios a organizarse en lo que se conoció como "malones" (que significa atropellada) cuyo objetivo era el de conseguir ganado para sus tribus y defender sus tierras. Así fue como se acercaban cada vez mas a Bs. As. obligando a las autoridades a reforzar la defensa a través de fuertes y fortines alrededor del territorio poblado por los españoles.
A causa del crecimiento demográfico, tuvieron que avanzar a través de las fronteras y comenzaron los tratados de paz con los indios. Ello permitió la construcción de estancias y chacras al sur del Río Salado. Este río es un límite natural que divide a la Provincia en dos partes geográficas e históricas. La comarca bonaerense que estaba encerrada entre el salado al sur-oeste, el Paraná y el Plata por el noroeste, se consideraba que pertenecía a la civilización. Cruzando el río hacia el sur, se extendía -para los documentos del Rey de España "Tierra de Nadie", aunque en la realidad era la "tierra de los aborígenes".
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» La Acción Evangelizadora
Dos siglos mas tarde, en 1740, frente a las hostilidades permanentes que resultaban de los enfrentamientos entre los indios y los blancos, se decide probar con la acción evangelizadora. Así fue que en mayo de ese año sale de Buenos aires una expedición dirigida por los Padres Strobel y Querini con la resolución de emplazar un centro misionero al sur de esta provincia. Esta reducción fue fundada el 26 de Mayo de 1740. Se calcula que se construyó a unos 35 Km. de la desembocadura del Río Salado y que luego se trasladó hasta el lugar que hoy se conoce como "La Reducción".
En el año 1744 se le encarga al Padre Tomas Falkner levantar una carta topográfica del lugar y con él llegan los indios provenientes de las misiones jesuíticas; sumándose mas tarde al grupo, el padre Cardiel quien descubre el río que hoy pertenece a Gral. Lavalle y al que los indígenas dan el nombre de Ajo.
En el año 1748 el mismo misionero bautiza con el nombre de "San Clemente" a un nuevo arroyo cercano al Cabo San Antonio.Las reducciones continuaban extendiéndose por todo el sudoeste de la provincia, convirtiéndose en las primeras poblaciones blancas que habitaron la zona, pero las luchas con los indios lugareños fueron sanguinarias ya que, si bien hubo tribus que deseaban convertirse a la fe Cristiana, otras siguieron defendiendo su suelo y sus culturas.El gobierno español, no respetaba los convenios establecidos en los tratados de paz, sucediéndose entonces represalias que se tornaron insostenibles y obligaron a los misioneros a abandonar las reducciones en 1753.
Durante seis años estas tierras quedaron bajo el dominio de aborígenes y gauchos chúcaros hasta que en 1759 el Cabildo ordena a los indios retirarse a sus tierras sureñas y les prohibe pasar la banda del Río Salado.A fines del siglo XVIII (1761) el Virrey Cisneros otorga estas tierras a uno de sus lugartenientes Clemente Lopez Osornio. El contrato de posesión otorgado indicaba en una de sus cláusulas que dicha extensión pasaba a su custodia: "para limpiarlo de los indios y alimañas" y si sus descendientes alcanzaban a defenderlos hasta cumplidos los 40 años de su posesión, entonces podría ser uno de ellos, de su propiedad privada, para trabajar y vivir sin compromiso de nadie.
López Osornio muere en 1753 a causa de un enfrentamiento con los indios en su estancia, El rincón de López (en el hoy Partido de Castelli), pero sus dominios se habían extendido 50 leguas a lo largo del frente marítimo en el Océano Atlántico, llegando hasta lo que hoy es Mar Chiquita.En 1790, después de numerosos y crueles sucesos acaecidos en la guerra con los indios, se decretó una paz general, fijándose el Río Salado como límite del Desierto; o sea, que la extensión que actualmente ocupa el Partido de La Costa, perteneció a la zona que en el siglo XVIII era denominada: "Tierra de Nadie".


Les debemos a los padres Jesuitas y a las misiones evangelizadoras los primeros conocimientos geográficos del lugar.
El padre Nicolás Mascardi lleva a cabo una misión evangelizadora en el Nahuel Huapi y fue el nexo entre las tribus de la zona y las misiones. En su expedición a la Provincia de Buenos Aires realiza una descripción geográfica, comenzando por el centro de Buenos Aires y desembocando en la Ensenada de Samborombón. Nos habla del Río Tuvichamiri, nombre que significa "río Grande-Chico", probablemente refiriéndose al actual Río Salado.
El padre Mascardi era acompañado por una princesa Puelche que le servía de lenguaraz y muere asesinado por el cacique Antullanca en el año 1673.
En el año 1744 el padre Tomás Falkner trae la misión de realizar una carta topográfica de la zona. Indios que lo acompañan dan el nombre de Ajó al lugar pues en su lenguaje significa "Blando-Blando" o "Pisar fofo" en los cangrejales.
En el año 1746 es completada la carta topográfica por el padre José Cardiel. En el Año 1740 toma importancia la Ría de Ajó como refugio para barcos que comercian y donde se acopian frutos del país.
Antiguamente esta hermosa zona, hoy grandes balnearios con casi 150 kilómetros de playa no interrumpida, formaba parte de la extensa región, dilatada zona que se extendía desde la margen derecha del Río Salado en la provincia de Buenos Aires hasta las cercanías de la Sierra de los Padres al sudeste, continuando al oeste hasta las proximidades de Ayacucho.
Enormes cañadas y cangrejales de ciénagas oscuras, abarcan toda la parte costera de la Ensenada de Samborombón y extensas zonas de campos bajos y salpicadas de grandes lagunas, deslizándose algo más al oeste como una estupenda alfombra de verdes pastos tachonada de espejos transparentes, deslumbrantes de belleza como bruñidos en plata al reflejarse en ellos las diáfanas claridades solares de la región.
Una gran selva de talares bordea la costa, casi desde Punta del Indio hasta Juancho, donde se encuentran los montes del mismo nombre, que con los del Tordillo comprendieron ese conjunto de floresta exuberante, diríase plantada allí por la mano prodigiosa de Dios mismo.
Sobre el límite Atlántico, una gran cadena de médanos se deslizaba paralela a la costa cual si formara una muralla natural de contención en toda su extensa longitud, desde el faro San Antonio hasta Laguna Mar Chiquita.
Hacia el oeste en obsesionante continuidad de lejanías...; el más allá……el inconmensurable más allá de la llanura. Tiéndese desde la cordillera hasta el Atlántico esta vasta región casi desconocida del Tuyú.
Dijimos ya que fue explorada por primera vez por dos valerosos Jesuitas, Tomás Falkner y José Cardiel auxiliados por indios guaraníes de las reducciones del Paraguay.
A estos misioneros se les deben la fundación de las reducciones de la Concepción, del otro lado del Salado en el paraje conocido por Rincón de López y la de los Padres en las inmediaciones de la laguna del mismo nombre en las cercanías de Mar del Plata.
Era el Tuyú desolada y genuina tierra de indios, indómita raza guerrera, que prefirió el exterminio a ser sometida a otra modalidad que no fuera su vida nómada, en la vasta extensión de su dominio, peleando hasta el final contra las fuerzas “civilizadoras” del ejército de Roca.
Cuenta Falkner en sus memorias que la zona que hoy ocupa la ciudad de San Clemente del Tuyú estaba poblada de feroces gatos monteses y de potros cimarrones, isletas circundadas por charcas y arroyos, de los cuales hacía buen acopio el aborigen.
En las proximidades del balneario de Mar de Ajó, estaba entonces el centro de la toldería del temible cacique Ranuncó, sin duda ubicada allí por ser esta una región de buenos pastos, con abundantes aguadas, leña, caza y pesca.
Por el año 1810 los hermanos Don Tomás y Don José Gibson; comerciantes y navegantes ingleses; con permiso especial del Gobierno, exploraron el río Ajó en plena tierra de indios hasta donde hoy se encuentra ubicado el pueblo de Gral. Lavalle, el cual tuvo su origen en unos 32 ó 36 ranchos hechos con totoras, levantados allí por los marinos que debieron utilizarlos de albergue al arribar a ese puerto intensamente frecuentado en esa época por naves de ultramar, burlando de esa forma el bloqueo del puerto de Buenos Aires evitando al mismo tiempo los riesgos presumibles de la navegación en el estuario. El Tuyú había logrado por esta causa convertirse en un próspero centro de comercio marítimo por el cual se intercambiaban productos desde lejanas zonas, abasteciéndose al mismo tiempo por medio de las típicas carretas a la capital de la República.
Fue esta también, la tierra de legendarios payadores que al vibrar de las guitarras en los fogones dispersos, se deslizaban junto al manso susurrar de las olas, las notas armoniosas de sus canciones y de esa música como dulces acordes de una melodía inextinguible.
Los primeros asentamientos en la zona, tuvieron su origen en los guardias y los fortines: el Fortín Las Víboras y la Guardia de Chascomús.
En el año 1808 se establece el primer asentamiento en nuestra zona, la actual Estancia de los Yngleses, cuyo origen fue la Estancia Vieja propiedad de Márquez, quien en 1811 se la vende a los Gibson, antepasado de su actual dueño Boote.
En 1819, naufraga el barco inglés Her Royal Higness (en nuestras costas) quedando su capitán enterrado en el cementerio de la estancia, se encuentra allí también el timón y la campana del barco.
Avanzando en la historia, cuando a raíz de la represión de la Revolución de los Hacendados del Sur, y a los efectos de un mejor control de la campaña, Rosas decretó el 25 de diciembre de 1839 la división de los partidos de Dolores y Monsalvo. Del desmembramiento del partido de Monsalvo resultaron el Partido de Ajó (que por Ley del 19 de Octubre de 1891, se llamó General Lavalle) el de Mar Chiquita, Tuyú y Lobería. En el decreto de creación del partido de General Lavalle en 1891 dice que "el partido empezaría por el Rincón de Ajó, formado por el arroyo de Ajó y el mar, hasta enfrentar la estancia del finado Don Joaquín Suárez, denominada ‘’Manantiales’’ que esta situada en el partido de General Madariaga.
El nombre del partido honra al general de quién Ezequiel Real de Azúa y los Cobo que figuran en el primer padrón, junto a los Gibson, los Leloir y Girado son descendientes. Entre sus primeros pobladores podemos mencionar a Martín Teodoro Campos, Victoria Paso, Isidro Román Fulco, quienes inician las gestiones para realizar el trazado del pueblo. El primer Juez de Paz fue Juan Crisóstomo Girado. El primer concejo Municipal se integró en 1856 con los señores Tomás Gibson, Federico Leloir, José María Suárez, Rafael Nazar y los suplentes Raimundo Munita y Bartolo Molinari. Por decreto del 8 de Febrero de 1864 firmado por el gobernador Mariano Saavedra se dispuso la fundación del pueblo de General Lavalle en la margen derecha del arroyo de Ajó.
El Arroyo de Ajó, ofrecía un puerto en su desembocadura y en 1880 el puerto de Gral. Lavalle era el tercero del país por su importancia, después de Buenos Aires y Rosario. En 1870 queda habilitada la Iglesia, llamada Parroquia de Ajó, y su primer párroco fue Pablo Ballester. Entonces había esquinas famosas: como la de Don Pedro Picardo, cercana al actual Puente del Obispo, que funcionaba como almacén de ramos generales, pulpería, lugar donde se organizaban carreras de caballos y donde se jugaba a la taba y a la paleta, allí había construido un frontón a tal efecto. Otras esquinas famosas fueron: la Esquina del Tuyú, la Colorada, la de Crotto.

Los saladeros
El primer saladero de Buenos Aires fue creado en 1810 por los ingleses Roberto Staples y Juan Mc Neile. En 1815 Juan Manuel de Rosas, Juan Terrero y Luis Dorrego establecieron el saladero Las Higueritas en Quilmes. A fines de 1820 había más de veinte saladeros en Buenos Aires.

Entre 1844 y 1850 ya funcionaban las graserías de los Gibson, en la isla del Bonete se faenaban ovejas y se exportaba grasa.

Actividades de los saladeros, 1830

El funcionamiento de los saladeros contribuyó a valorar la producción ganadera, ya que permitía aprovechar íntegramente al vacuno y producir carne para la exportación. El tasajo era exportado a Cuba y al Brasil para el consumo de los esclavos. En los saladeros fueron contratados trabajadores asalariados que tenían a su cargo una etapa de la producción. Luego de matar a los animales elegidos, se les sacaba el cuero y se trozaba su carne en tiras que se apilaban con abundante sal entre capa y capa. La carne se asoleaba cada diez días y se la apilaba nuevamente. El tasajo estaba listo después de cuarenta días.
Industrias - Saladeros
Estrechamente vinculadas al puerto, surgieron las primeras actividades saladeriles en la región, y merced a la promisoria industria la zona adquirió un auspicioso desarrollo. Alrededor de 1844 a 1850 los señores Gibson Hnos. instalan las 1ras. “graserías” en el lugar denominado “Isla del Bonete”, donde faenaban ovejas viejas para industrializar sus grasas y cuero. La industria de los saladeros tuvo entre sus entusiastas pioneros a Pedro Luro, un ciudadano francés llegado a la Argentina en le año 1837, radicándose en Dolores donde fue propietario de la estancia “Dos Talas”, más tarde al afincarse en Ajó construyó el saladero “San Pedro” y adquirió el “San Carlos” de don Carlos Villar y el “San León” del señor Amespil. Guiado por una clara visión progresista , Luro perfeccionó la industria saladeril dotándola de los adelantos técnicos de la época. Además logró formar una flota importante de barcos para el transporte de los productos que elaboraba, entre los buques de su propiedad pueden citarce “Lunes, Martes, Miércoles, Sábado, Teiro, Siempre”. La carne salada era enviada a Brasil, Cuba y España. Para dar una idea de lo que representaban los saladeros para el Ajó, basta decir que tan solo en los de Luro, en 1895 se faenaron 65.000 vacunos y 5.000 yeguarizos, embarcándose productos por un total de 9.983.203.
Don Pedro Luro. Pedro Luro, de origen vascofrancés, nació en el año 1820 y vino a la Argentina cuando tenía 17 años (1837), y luego de extenso trabajo, viaja a Europa para atender su quebrantada salud y falleció en Cannes a finales de febrero de 1890.
Una vez en Argentina, entró como peón en un saladero. Tuvo la suerte de poder ahorrar su salario y con el transcurso del tiempo y sus ahorros, compró un vehículo que convirtió en carruaje para pasajeros en el trayecto entre la plaza Montserrat y Barracas, en Buenos Aires.
Al tiempo, destinó sus ahorros al arrendamiento de una estancia de Fermín Cuestas, en las cercanías de Dolores. Como el contrato de arrendamiento estipulaba que Pedro Luro recibiría un peso de la antigua moneda, equivalente a cuatro centavos oro, por cada árbol de tres años que acreditara haber plantado, se afirma que el propietario debió entregarle parte del campo, dada la gran cantidad de árboles plantados por Luro. A ello se sumó que Cuestas le transfirió parte de la propiedad, al comprobar el cumplimiento del compromiso contraído.
En 1863 comenzó a funcionar en San Nicolás de los Arroyos el primer frigorífico, fundado por Eugenio Terrasón al que sucedieron otros en los alrededores de Buenos Aires.
El advenimiento de la industria frigorífica , trajo como consecuencia el inevitable cierre de esa fuente de trabajo. Se produjo un masivo éxodo de sus pobladores a otros lugares más propicios, por lo tanto quedaron en el pueblo las familias cuyos componentes trabajaban en establecimientos rurales. Con referencia al cierre de los primeros saladeros escribió don Isidro Roman Fulco en su “Biografía al Ajó”:”... si una cuarta parte de los habitantes de la Capital, e incluso la prensa diaria ha exigido en nuestro gobierno la supresión de los saladeros, en razón de la misma pútridas, que no solo enfermaban a los habitantes, sino también los mataba, esa fracción que tal caso podía y lo consiguió , a mi juicio ha contraído un compromiso a cumplir y es retribuir en parte al ciudadano damnificado, los erogados”. Más tarde con la instalación de dos fábricas de conserva de pescado, “La Atlántida” y “La Harcastler”, el pueblo pareció tomar nuevamente senda del progreso pero con el tiempo estos establecimientos desaparecieron, cesando su actividad definitivamente, ese hecho dejó a General. Lavalle sin su principal fuente de trabajo.
La Estancia y El Saladero
La vieja estancia colonial había recibido un formidable impulso con la creciente exportación de cueros, por que incluye una actividad más compleja propiciando la expansión económica interna: el saladero es, de hecho, la primera industria nacional destinada a la exportación.
El saladero afianza la dependencia de la llanura con relación a las bocas de expendio externo. Los rebaños son traídos desde largas distancias por, consignatarios o personal del propio saladero; si bien sus instalaciones no requieren mucha mano de obra la expansión de la industria saladeril multiplicara los establecimientos ampliando la demanda de brazos.-
El suelo escaso de la milicia o la miseria del chacarero se cambian en la ciudad por el trabajo asalariado. Los quintales exportados de carne salada pasan de 87.000 en 1.822 a 559.000 en 1.849 manifestando una tendencia en alza. En el mismo período el cuero mantiene su importancia en el mercado exterior.
Este brioso comercio es el mas eficaz estímulo para una apropiación extensiva de territorio a través del sistema productivo conocido como estancia y sobre todo para una especialización del uso del suelo: la ganadería.
En Ajó
Isidro Roman Fulco, uno de los primeros pobladores del pago de Chascomús, originario de Punta Lara; su madre, Casimira Alberti era hija y sobrina del clérigo don Manuel Alberti, vocal de la primera junta. Nació en Buenos Aires en 1811, fue soldado en el Fortín de Ajó, luego se enroló en Los Libres del Sur. Acompaño al General Juan Galo de Lavalle en casi toda su campaña libertadora y participó en la Revolución del Sur junto a don Pedro Castelli. Combatió con el General Lavalle en Don Cristóbal, Sauce Grande, Quebracho Herrado, Famaillá, hasta llegar a la negra noche de Humahuaca. Tras estos acontecimientos tuvo que huir a Brasil, radicándose en la ciudad de San Borja en 1849. Su padre intervino ante Justo José de Urquiza y regresó a Entre Ríos. De esa manera vuelve a luchar contra el gobierno de Rosas hasta su caída en Caseros. Estuvo con Mitre en la Batalla de Cepeda y en Pavón donde las fuerzas porteñas derrotaron al ejército de Urquiza. De regreso a la “Patria Chica” junto a su amigo Martín Teodoro Campos insiste en el nombre de Gral. Lavalle para el poblado de Ajó. Las gestiones ante el gobernador tuvieron eco favorable, con fecha de 8 de febrero de 1864 es enviado el agrimensor Juan Fernández, quien se encargó de la mensura y delineado de las calles que dieron origen al pueblo bautizado con el nombre del héroe de Riobamba. Isidro Roman Fulco falleció el 7 de abril de 1875.
Tte. Coronel Martín Teodoro Campos, venía de una familia de militares pues su antecesor más remoto en América, era el Capitán Diego Campos. Todos sus ascendientes americanos fuero militares. Su abuelo Juan de Campos fue Tte. Cnel. y participó en la lucha entre españoles y portugueses por la posesión de la Banda Oriental. Su padre el Teniente Coronel Gaspar de Campos participó en la guerra con el Brasil junto al General Lavalle. Posteriormente fue el jefe de los hacendados en la Revolución del Sur, y luego de la batalla de Chascomús con las fuerzas a su mando se embarcó en el puerto de Ajó para incorporarse en al Ejército del General Lavalle en Corrientes, en el que formó parte del Escuadrón “Mayo”. Tomó parte activa en los combates de Don Cristóbal, Sauce Grande, Navarro, San Pedro, Quebracho Herrado y Famaillá. En 1841 acompañaba los restos de Lavalle hasta Potosí. Peregrina por Bolivia, Chile, Uruguay y Brasil hasta que en 1851 al producirse el levantamiento de Urquiza contra Rosas, participa de esa campaña hasta Caseros. Regreso a los Pagos del Tuyú, partido de Ajó, donde tiene su campo “Los Nogales”, se interesó por el progreso de la región. Sus hijos fueron todos militares Luis María, Teniente General; Manuel, General; Pedro, Teniente General ; Juan María, Capitán; Julio, Coronel; Carlos, Teniente Coronel. Vuelto a la serenidad de los Pagos del Tuyú, Partido de Ajó, junto a su compañero de todas las Patriadas, don Isidro Román Fulco, inició el movimiento para darle al Partido un pueblo de cabecera que sirviera de asiento de las autoridades. Nada mejor para ese asentamiento que el Puerto de Ajó, donde ya existían a ambas márgenes de la Ría, galpones para depósitos de mercadería y frutos del país.
» General Lavalle desde 1880 hasta 1903
En el año 1884, el Partido de General Lavalle gozaba de una floreciente industria: Los Saladeros. Se sabe que un pueblo crece, avanza y se desarrolla en tanto y en cuanto exista una o varias economías madres que sirvan de base para la existencia del mismo. En el caso de General Lavalle, como hemos podido observar hasta su fundación en 1864, la fuente de trabajo giraba en torno a las estancias y las graserias instaladas por los Hnos. Gibson en 1843, donde se faenaban ovejas viejas para industrializarse grasa y cueros.
En 1856 Carlos Villar abre una graseria denominada San Carlos. La grasa que se exportaba era colocada en las panzas y vejigas del mismo animal. Esta grasería aprovechaba los derivados y fabricaba jabón.Dicho establecimiento es el que se convirtió mas tarde en el Primer Saladero de carne vacuna de la zona.
Corría el año 1879 y en otras regiones del país, cinco divisiones del Ejército Nacional que totalizaron 6000 hombres, invadieron el desierto Pampas. Este despliegue militar había sido organizado por el flamante Ministro Julio Argentino Roca, quien construyó este plan con el fin de favorecer los grandes intereses rurales de Buenos Aires. Por tal motivo la Nación le prestó calurosa aprobación.
En tres meses de operaciones del ejército nacional, murieron 6 caciques principales, 1300 indios de pelea, se capturaron 12.000 aborígenes y fueron ubicados en reducciones mas de 1000. al terminar la campaña solo quedaban algunos núcleos de indios rebeldes al sur del Río Negro y Neuquén. Los malones fueron suprimidos y los establecimientos ganaderos se expandieron hacia el sur en la Provincia de Mendoza, San Luis, Córdoba y Buenos Aires; se integraron prácticamente a la soberanía efectiva del país 555.000 Km2 que antes no eran mas que parte del territorio nacional. La década del 80 estuvo caracterizada por una generación que se proyectó durante medio siglo. En ese lapso se dieron las bases de la democracia parlamentaria, se desarrolló intensamente la economía, se fundaron ciudades, reconstruyeron puertos, vías férreas y caminos, se establecieron modernas universidades, surgió un periodismo serio y combativo, se creó el Teatro Nacional y se cultivaron las letras y las artes.En Gral. Lavalle, un pionero de la industria nacional, Pedro Luro, compra el saladero de León Amespil, y el San Carlos a Carlos Villar y construye uno nuevo: El San Pedro.
Durante dos años fletaba 2 barcos y traía mano de obra italiana. Hasta que un día los inmigrantes flotantes quisieron ser colonizados. Ante la problemática planteada, Luro construye una casa a cada empleado que quería traer a su familia, entre ellos se encontraba Humberto Maximiliano Gasparri.
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» Decadencia de los Saladeros
No pasaron muchos años sin que en la Argentina se instalara el primer frigorífico; fue Don Eugenio Terrason quien lo funda en 1883 en San Nicolás de los Arroyos.
Le sucedieron otros en los alrededores de la capital y fue el advenimiento de los frigoríficos lo que permitió a las poblaciones de otros países alimentarse con carne vacuna, sin temor a contraer enfermedades por su descomposición, ya que esta llegaba en perfecto estado. Pero fueron también los intereses comerciales los que presionaron sobre el gobierno para que este suprimiera los saladeros sin damnificar a los trabajadores que quedaron en la calle. Con respecto al San Pedro, para el año 1890 su dueño fallecía y quienes quedaron al frente hasta su cierre definitivo continuaron con la matanza de yeguarizos para la elaboración de aceite de potro que se exportaba a Brasil y Cuba para el alumbrado.
En 1901 cierra el saladero y comienza el éxodo de los habitantes de Gral. Lavalle. El almacén de Ramos Generales "El Pesaro" de Antonio Mignone y Humberto Gasparri (este era el último hijo de Maximiliano) cierra por faltas de ventas.
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A donde los trabajadores ?
En Berisso -Ensenada- se habían instalado algunos frigoríficos que necesitaban personal y allí se trasladaron los pobladores. También a la fábrica de Guillermo Morgan, cierra y se va pues las lenguas que envasaba para el exterior tuvo que ir a comprarlas al frigorífico La Negra.
Otras de las fuentes de trabajo que albergó a quienes quedaron en la calle fue la construcción del Canal 2. El gobierno con el fin de encauzar el agua que bajaba de Tandil, construye el primer canal: "El Chel-Foró, que terminaba en Maipú y el Nº 2, que desemboca en la Ría de Ajó.La población que queda en 1903, unos 7000 habitantes, trabajaba en las estancias e instituciones estatales y cuando llegaba el verano, se trasladaban a disfrutar de las playas. Por supuesto comenzaron a surcar camino a través del campo para llegar en sulky a la Estancia del Tuyú, propiedad por entonces de Doña Hortencia Aguirre de Leloir, quien les daba permiso para llegar hasta la playa de los bungalows, exactamente donde hoy se encuentra el Camping Estancia del Carmen, o sea que, los primeros turistas que arribaron a nuestras playas fueron los habitantes de Gral. Lavalle y geográficamente fue Santa Teresita

El Puerto
El que en 2006, es un atracadero de barcos pesqueros de mediano tamaño en las quietas aguas de la Ría Ajó, fue en otros tiempos puerto de considerable importancia. En una biografía de la región escrita por Isidoro Roman Fulco, expresa: “es mi concepto que en esta vida , tanto lo animado como lo inanimado, tiene su biografía, el Ajó tiene la suya”. En la misma menciona el primer barco que entró en el puerto de Ajó, que fue una galeta de los señores Lima y Montserrat, comerciantes de Montevideo. El arribo de la misma marcó el camino para el sucesivo atraco de otras embarcaciones. Recuerda la llegada de don Santiago Mellare con el bergantín “Gota Hamburguesa”, don Francisco Mairalles con el “Patacho” cargado con artículos de almacén. En 1838 el gobierno francés mandó bloquear nuestro puerto, en represalias a Rosas, quien había fusilado algunos súbditos de ese país. Desde el cabo San Antonio era muy riesgoso y difícil la entrada de Buques. Solo el Ajó fue el que franqueó su puerto a muchos barcos, que descargaban a lanchas productos alimenticios y otros artículos de almacén. A los franceses pasa inadvertida esta entrada, ya que en la entrada de la desembocadura de la Ría existía una isla (hoy no existe) que disimulaba el acceso. Posiblemente esa isla fue la que dio origen a un error de toponimia en un mapa topográfica de 1835, que ignora a la Ría Ajó designándola con el nombre de “Arrollo de Isla”. En 1839, llegó la ballenera “Sol de Mayo”. (Capitaneada por don Pancho Madero) y otros barcos en lo que consiguieron escapar con rumbo al Norte con el General Lavalle en Baradero. Entre los numerosos voluntarios que engrosaron esa fuerza se encontraba Emilio Conesa, un joven de 16 años oriundo de ese lugar. (hoy se denomina con ese nombre a la cabecera del partido de Tordillo). En 1856, el puerto fue nuevamente protagonista de un histórico embarque Por allí lograron salir los vecinos en el combate de San Gregorio, entre los que se encontraban el Comandante Benito Villar, los Martínez de Hoz, los Cobos, los Canabrias, etc. Fue puerto Nacional por decreto de 1859. Además fue considerado en 1880 el tercero de importancia del país. Los primeros eran los de Buenos Aires y de Rosario. En 1897, siendo intendente Municipal del Partido don Heriberto Gibson se dirigió al Gobierno Central solicitando entre otras cosas el dragado de la barra del Banco de Ajó. En dicho pedido consignaba estadísticas y datos comparativos de los puertos del País.
Entrada de buques en puertos Nacionales en 1894
Ajó ...............................145 -
Mar del Plata........................3 -
Quequen.............................44 -
Bahía Blanca........................59 -
Patagones...........................35 -
Chubut..............................25 -
Movimientos de buques en el puerto de Ajó
1890.................................174 -
1891.................................220 -
1892.................................192 -
1893.................................164 -
1894.................................145 -
1895.................................185 -
1896.................................146 -
Esquinas de Campo
Aventurando su instalación en la desértica llanura del partido, asentaron su Plaza las “Esquinas” o “Boliches” de Campos. Fueron un punto de avanzada para la usurpación, posta para las galeras, asiento para el Juez de Paz o Alcalde de carteles, fonda y albergue y sobre todo lugar de encuentro y comunicación después de largas jornadas de silenciosa soledad.
En el partido de General Lavalle existieron varias esquinas famosas en su época como la de don José Ruiz Alcedo, que en 1864 pasó a ser de don Teodoro Marquez; la de Saverio Rojas, que continuó su yerno José Cornides; la de Henderico y Cía. ; la de don Pedro Picardo que tenía billares, frontón para pelota- paleta, cancha para carreras cuadreras y reñideros de gallos; las de Nicolás del Pozo, luego de su hijo Sacarías; la de Domingo Esperón; la esquina del Tuyú, y otras como éstas las aventó el progreso con el avance de otras modalidades.
La Parroquia
La Parroquia de General Lavalle puesta bajo la advocación de Nuestra Señora de la Merced, fue fundada en 1870. Ésta fue creada como Vice- Parroquia de Ajó, siendo el primer vice- cura don Joaquín Álvarez. En esa época los sacerdotes recorrían la campaña realizando bautismos, casamientos. En 1892 fue inaugurado el edificio que ocupa la iglesia actualmente. Los informes de la época la describen como una obra de arquitectura con destacada calidad acústica. Su campana fue donada por el ejército, y el reloj por Martínez Pazoz.
En 1895, se faenaron 65.000 vacunos y 5000 yeguarizos, con un total de 9.900.000 kilogramos. Los que se exportaban en su mayoría a Brasil, Cuba y España. Este fue el último año de esplendor ya que en 1883 se había inaugurado el primer frigorífico, en San Nicolás de los Arroyos, y este es el principio del fin de los Saladeros.
Entre 1920 y 1930 se instalan industrias pesqueras con dos fábricas: Hardcastle y Atlántida, donde se elaboran conservas de pescado, pero la escasez de agua potable impide su éxito (en la actualidad existe parte de esa fábrica).

En la zona existía gran cantidad de nutrias, muy especialmente cerca de "La Colorada’’, en el arroyo Las Tijeras, y en las proximidades de los canales de General Lavalle, y por los contornos de Las Chilcas, Santa Clara y Las Cien Vueltas en General Madariaga, la abundancia de estos animales ha permitido organizar su caza y la comercialización de la piel en forma sistemática, para proveer el sustento a más de una familia lugareña.

Una nueva era, el turismo

Se considera como el inicio de una nueva era, el año 1934, donde se introduce el turismo en la zona. Un grupo de pobladores de General Lavalle formaron la sociedad "Unión y Progreso de Ajó’’, y es a quiénes debemos considerar como pioneros del turismo en el Partido. Esta sociedad se pone en contacto con el Automóvil Club Argentino, quien organiza en 20 hectáreas, donadas por Doña Hortensia Leloir e instala un grupo de carpas para realizar sus primeras excursiones, llegando de esta forma los primeros turistas. Don José Pereyra y su familia, en el año 1935, más precisamente el 5 de Abril llega por primera vez a lo que luego sería San Clemente del Tuyú, como cuidador del campamento que había instalado el A.C.A. En el mismo año construyen las edificaciones conocidas posteriormente como "Los Ranchos de Pereyra’’.
El primer hotel de la zona había sido construido en 1910, cerca del Faro San Antonio, propiedad de Luís D’Espósito, contaba con 5 habitaciones y era ocupado por vecinos de General Lavalle, Dolores y estancieros de la zona de Ajó, 25 años después, fue fundada San Clemente del Tuyú. A comienzos de 1925, se empieza a notar la afluencia de turistas, quienes cruzando los campos en automóviles, a raíz de que el trazado de caminos solo llegaba a Gral. Lavalle, ingresaban a nuestras costas.

Los habitantes de la zona, utilizaban para transportarse, caballos, carros y volantas. La primera empresa de transporte de pasajeros, que unía Dolores con General Lavalle fue “La Galera de Dávila”, tirada en algunas oportunidades por diez caballos, para cruzan los arroyos y pantanos.

Este origen turístico de San Clemente del Tuyú, es común a las otras localidades del Partido de la Costa, las que mencionadas de Norte a Sur son: San Clemente del Tuyú, Las Toninas, Costa Chica, Santa Teresita, Mar del Tuyú, Costa del Este, Aguas Verdes, La Lucila del Mar, San Bernardo del Tuyú, Mar de Ajó y Nueva Atlantis. Entre las más importantes, además del ya mencionado San Clemente del Tuyú, se encuentra Santa Teresita, originalmente llamada Santa Teresa, denominación que le impusiera un vecino muy antiguo de General Lavalle, el Sr. José Núñez Da Concençao, quien instaló en 1932, un balneario en lo que es hoy, la Av. Costanera entre las calles 32 y 33, de edificación precaria, al cual se accedía por caminos vecinales, hasta la Estancia del Tuyú, y por sus potreros hasta el Jagüel del Medio, lugar donde abrevaban los animales, y luego a cincha de caballos, cruzando los médanos, se llegaba al mar.
Mar de Ajó, es la ciudad más importante del Partido y nació en el año 1935 en las tierras que fueron la estancia El Centinela de la familia Cobo. Isaías Ramos Mejía y su suegro Rafael Cobo fundaron la sociedad de Tierras y Balnearios y lotearon los terrenos donde hoy se asienta esta ciudad.
Para 1978, el gobierno de la Provincia decide el 11 de Junio por Decreto-Ley Nº 9024 la creación de "Municipios Urbanos" que nacen como municipios turísticos: De La Costa, Pinamar, Villa Gesell y Monte Hermoso.