miércoles, 25 de febrero de 2015

El campo y el Pacto de la Moncloa

Carlos A Vila Moret (h)

Para LA NACION
Sábado 4 de diciembre de 2010 |
Los partidos políticos deben saber que más allá de implementar sus políticas, hoy el país rural requiere poner en marcha su potencial, limitado por el ambiente poco amigable para invertir que ha generado el Gobierno.
La cadena agroindustrial es el sector de la economía argentina que más invierte año tras año y es la que puede dar sustento al crecimiento sostenido de la economía. Esto significa la creación de empleos legítimos, una mayor cantidad de alimentos ofrecidos para reducir el flagelo de la inflación y un mejoramiento del bienestar para toda la población.
Como disparador del gran potencial se requiere una condición básica: la previsibilidad. Esta se puede otorgar mediante una política de Estado que trascienda los gobiernos y permita dar certidumbre y visión de largo plazo a los empresarios rurales.
La reclamada seguridad jurídica es la piedra fundamental para retornar al sendero del crecimiento no sólo del agro, sino de todos los sectores que integran la economía nacional.
A lo largo de la historia se han producido en el mundo hechos que son dignos de ser tenidos en cuenta y que atienden a las circunstancias que atravesamos. Uno de estos acontecimientos es el Pacto de la Moncloa, que construyó los cimientos fundamentales de la España moderna y democrática de hoy.
Este pacto fue suscripto por todos los partidos políticos con representación parlamentaria y sancionado por unanimidad en ambas cámaras del Parlamento, demostrando un grado de madurez y compromiso digno de ser imitados.
Hoy nuestro país requiere un acto de madurez política, dejando de lado las individualidades y las aspiraciones partidarias. Nuestros legisladores deberían generar acciones de inmediato destinadas a impulsar la inversión, a contener la inflación y estimular la actividad empresarial, y al mismo tiempo el Poder Ejecutivo debería comprometerse a alcanzar una mayor austeridad. Por otro lado los gremios deberían renunciar a las medidas de fuerza para obtener ajustes salariales, buscando a través del consenso un ambiente amigable para crecer.
Esto que parece un sueño puede convertirse en realidad. Otros lo han podido hacer y por lo tanto nosotros deberíamos poder hacerlo, siempre y cuando dejemos de lado las mezquindades. Porque cuando un empresario piensa en invertir para producir o mejorar su competitividad, lo primero que mira es si hay seguridad jurídica y estabilidad en las reglas de juego. Luego estudia el mercado; lo que requiere el consumidor, que es el que manda; releva las limitantes impuestas, las barreras existentes, si puede llegar a ese mercado a precios competitivos, y luego invierte.
Pero sólo se invierte si existen previsibilidad y mercados donde las partes operen con transparencia, porque nadie va a poner dinero y esfuerzo en elaborar un producto que debido a la intervención que realiza el Gobierno no cotiza, o lo que es peor, los precios son digitados por algún funcionario y por una "cartelización" impuesta desde algún estamento del Gobierno. Beneficiándose algunos pocos, en perjuicio de toda la cadena productiva.
Nuestro país debe volver a ser serio, puede recuperar la imagen como proveedor de alimentos confiables, seguros y a precios competitivos en el comercio internacional, y además proveer de energía renovable a un mundo que demanda un mayor cuidado del medio ambiente. Y más aún cuando en la actualidad no se vislumbran límites para mejorar la productividad otorgando una relación más amigable con el medio ambiente y con ella un mayor bienestar para toda la población, a través de la incorporación de innovaciones tecnológicas que brindan una mayor eficiencia económica y productiva.
Para combatir el flagelo de la pobreza hay que utilizar los recursos que aporta el sector sin caer en clientelismos. La creencia de que necesitamos planes ganaderos, créditos blandos o algún tipo de ayuda estatal es lo que se nos ha hecho creer desde la política, cuando en realidad el campo lo único que necesita es que lo dejen producir.
Como decía Juan Bautista Alberdi: "Las sociedades que esperan su felicidad de la mano de los gobiernos esperan una cosa que es contraria a la naturaleza". Por eso todos los ciudadanos debemos madurar, y consensuar políticas que a través de nuestros legisladores, que son quienes nos representan, podamos crear un ambiente amigable para invertir, y brindar así la felicidad que no llega de mano del Gobierno.
El autor es empresario rural

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