miércoles, 20 de noviembre de 2013


Mujeres rurales / Tenacidad fortaleza y dignidad
Reconocer el valor del trabajo diario que realizan las mujeres rurales, la pasión, el compromiso y las ganas de cambiar la realidad cuando lastima el alma “son retos a los que nos enfrentamos quienes trabajamos el campo y nos criamos en él, amándolo más que a nuestras propias vidas”, dijo a AIM Norma Weimer, una pequeña productora ganadera de la zona de Ramírez. Cómo fortalecer el papel y reconocer el valor del trabajo diario es el desafío que enfrenta todos los días. 
 
En diálogo con esta Agencia, Weimer agregó que a veces, “una mujer en el campo es un peón por excelencia. Son pocos los que conocen de nuestros desafíos diarios, de nuestros dolores del alma al ver cómo todo se va perdiendo, del esfuerzo que hacemos para mantener a la familia en el lugar y evitar que los hijos se vayan en busca de un trabajo mejor. Pero, ¿cómo retenerlos si cada vez hay menos rentabilidad en el campo?”, se preguntó.
Nadie niega que el trabajo de la mujer es fundamental en el mundo de hoy y como tal está empezando a ser reconocido. Sin embargo, pocas veces se enfoca el tema desde el punto de vista de la mujer rural.
Justamente por eso, para valorizar el papel que cumple la mujer rural en la conservación, creación y producción de alimentos, y como sostenedora de su familia, Norma se involucró hace cinco años en el programa Cambio Rural, que en su localidad es posible gracias al esfuerzo del sector cooperativo y en especial, de la  Cooperativa La Ganadera de Ramírez. “La idea era aprovechar lo que nos enseña este programa para capacitarnos e informarnos. Eso  significa no sólo beneficiarnos nosotras mismas, sino también a nuestra familia, contribuyendo al diseño de ese modelo diferente de sociedad rural, más moderno y solidario”.
En la realidad, las mujeres del campo realizan múltiples tareas pero en general, no son reconocidas como parte importante de la cadena productiva. "Creo que la mayoría de las personas desconocen la dureza de la vida cotidiana de la mujer del campo y de sus familias. Por eso es tan importante pensar en cómo fortalecer nuestro papel y reconocer el valor del trabajo que realizamos", comentó.
Weimer, madre adoptiva de un hijo, trabaja desde la madrugada como productora ganadera en un campo ubicado en la zona de Ramírez (departamento Diamante). No sabe de domingos ni feriados, y que haga calor o frío es sólo una anécdota. Involucrarse en el programa Cambio Rural le permitió ver las cosas desde otra perspectiva. “Nos reunimos una vez al mes y tratamos todos nuestros problemas, desde los familiares a los del trabajo en sí.  Así, nos hemos reunido con médicos, psicólogos  y economistas, que nos ayudan a develar los inconvenientes que se nos van presentando. Es que de frente entienden la pasión que nos moviliza y comprenden por qué no tememos  a los retos ni fracasos,  porque confiamos en nuestras ganas de cambiar la realidad cuando lastima el alma”, afirmó.
La dura realidad
“Nunca me quejo de mi suerte”, aseguró. No obstante indicó que “a veces querría que las cosas fueras un poco más fáciles. Por ejemplo, en este momento tenemos que luchar a diario para no quedarnos sin nada porque todo se ha vuelto muy difícil, muy sacrificado. Además, excepto la soja, no hay nada que sea rentable en el campo. La ganadería, a la que me dedico con mi familia, nos resulta cada vez más cuesta arriba. Siempre hablamos con mi esposo respecto del futuro de nuestro hijo; nuestros padres trabajaron para que nosotros tuviéramos la posibilidad de tener algo cuando creciéramos, pero ahora, es poco posible planificar a largo plazo. Es lamentable que el gobierno nos quite a diario lo que es nuestra fuente de vida, y la de nuestros hijos”.
Por eso, aseguró, “tratamos de defender el futuro con uñas y dientes, pero es muy difícil. Cuando era joven, nunca pensé que tendríamos tantos problemas trabajando. Lamentablemente, el que trabaja en el campo es el que más pierde”, aseguró.   
Sobran  ejemplos de lo que pueden lograr las mujeres rurales, si desde el comienzo se les hace sentir la pertenencia del trabajo que realizan: que las protagonistas son ellas, y que las técnicas o técnicos sólo son facilitadores. “Las 21 mujeres que nos integramos a Cambio Rural logramos sentirnos dueñas del proceso de cambio y hablamos por nosotras mismas, sin que resulte necesario que nos digan qué es lo que debemos expresar”. 
Sin embargo, la productora aclaró que aunque “es mucho lo que se ha logrado, la complejidad de factores que determinan la dura realidad en que nos desenvolvemos, hace que esos cambios y mejoras necesiten seguir ampliándose y multiplicándose. Y aplicando, siempre, el lema que señala: “desde la lástima, nada. Desde la dignidad, todo”.
Qué es Cambio Rural
El Programa Federal de Reconversión Productiva para la Pequeña y Mediana Empresa Agropecuaria (Cambio Rural) fue creado en el año 1993 por la secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca –actualmente Sagpya-. Desde su inicio, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) tiene la responsabilidad de su coordinación operativa y ejecución presupuestaria.
Cambio Rural es una herramienta diseñada para colaborar con los pequeños y medianos empresarios agropecuarios (Pymes) en la búsqueda de alternativas que permitan incrementar sus ingresos, elevar su nivel de vida, generar nuevas fuentes de empleo, retomar el proceso de inversión y posicionarse mejor en los mercados.
Sus objetivos son asistir al productor en la organización y gestión de su empresa, la producción, la transformación y la comercialización, con la finalidad de mejorar sus ingresos y facilitar su integración a la cadena agroalimentaria; capacitar a los actores sociales responsables de impulsar los cambios necesarios en las Pymes agropecuarias.
También busca promover la integración de las acciones de los sectores público y privado, facilitando el acceso a mercados y a las vinculaciones comerciales necesarias para lograr el fortalecimiento del sector, fortalecer la articulación público-privada para vincular las demandas de los productores con los sectores de oferta tecnológica y promover y participar en acciones de desarrollo local y regional, contribuyendo a crear las condiciones que faciliten el financiamiento del desarrollo rural y agroindustrial.
Un poco de historia
Las Naciones Unidas, en la Conferencia de Pekín de 1995, fijaron como fecha del Día Mundial de la Mujer Rural el 15 de octubre, uno antes del Día Mundial de la Alimentación.
Esta decisión se justifica plenamente desde el momento en que, según las estadísticas de género de los últimos años, la mayoría de las personas pobres del mundo son mujeres y, dentro de esta estadística, las mujeres rurales son las que llevan la peor parte. 
A medida que los hombres jóvenes y en buenas condiciones físicas parten hacia las ciudades a buscar trabajo, las mujeres quedan solas, encargadas de criar a los hijos y administrar sus pequeñas posesiones. Por ejemplo, en la actualidad, en algunas regiones de África, el 60 por ciento de las familias está a cargo de las mujeres. 
A pesar de esta situación de necesidad extrema, son siempre las últimas en acceder a los recursos, la capacitación y los préstamos financieros. Sin embargo, cuando alguien como el economista Muhammad Yunus les presta pequeñas sumas (microcréditos) para un emprendimiento son las mejores pagadoras.
En la Argentina hay ejemplos de mujeres rurales que se han agrupado en los últimos años para defender sus derechos y su cultura. Por ejemplo, la Asociación Warmi Sayajsunqo - mujer perseverante, en quechua-, formada por un grupo de unas 70 comunidades (aproximadamente 3000 familias asociadas), que trabaja en la Puna y los valles interandinos de Jujuy y Salta, y tiene una idea muy clara de su función: crecer como organización para vivir del propio trabajo, acceder a salud y educación, y recrear y adaptar su cultura para poder insertarse en el país actual.
Fuente: 
www.aimdigital.com.ar

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